(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)

Las noticias que emanan del Congreso en las últimas semanas son de una sordidez abrumadora.

La más reciente es que el congresista Vieira negociaba “arreglar” un problema para una autorización de pesca en Produce. Transa en hacerlo “solo” por US$15.000.

La semana previa supimos que los congresistas Beteta, Castro, Mantilla, Sarmiento, Segura y Tapia nos “representaron”, en los mismos días, en el extranjero y en sus regiones, cobrándole al Estado para lo uno y para lo otro. También, que al presidente del Congreso se le acusa de haber colocado fotografías de otros lugares y dado cuenta de eventos que no se realizaron en su semana de representación.

Muy poco antes, supimos que Yonhy Lescano era el tercer congresista denunciado por acoso sexual y que en esta ocasión se le echó la culpa, sucesivamente, a su seguridad, a la víctima y a un complot político.

También, que el congresista Becerril y sus hermanos tienen serias acusaciones de haber participado en un sistemático esquema de corrupción en la obra pública. Wilfredo está prófugo y Antonio se acogió a la confesión sincera. Héctor está en el Congreso.

Asimismo, se cumplieron seis meses desde que el Poder Judicial pidiera que al congresista Donayre se le levante la inmunidad de arresto. La razón: tiene sentencia consentida a prisión efectiva por el robo de 174.000 galones de combustible al Ejército.

Me pregunto qué pensará de todo esto el ex congresista José Anaya, rebautizado como ‘comepollo’. Él fue desaforado y condenado a cinco años de prisión por haber falseado recibos de pollo a la brasa (1.194 soles), para justificar sus gastos de representación. Quizás se esté diciendo que, ante la frecuencia y proporciones de los escándalos actuales, lo suyo, de haber ocurrido en este Congreso (y si su voto fuese útil), pasaba piola.

Supimos también de nuevas medidas populistas y demagógicas. Por ejemplo, que la Comisión de Educación aprobó (¡por unanimidad!) un proyecto de ley para reponer en sus cargos a más de 10.000 directores cambiados por no haber pasado la evaluación del desempeño. Misil directo a la línea de flotación de una reforma basada en la meritocracia.

El problema es más complejo, porque no es solo de descomposición moral, sino también de fragmentación política. Se empezó con seis bancadas y al estallar la de PPK ya son 11 y quién sabe si habrá más. Nadie tiene mayoría, pero Fuerza Popular con sus 55 votos y “amigos” en varias de las otras bancadas controla el Congreso.

La interpelación al ministro de Justicia es otra muestra de lo que se puede llegar a hacer. Se le interpela porque la procuraduría y el Ministerio Público, cada uno en el marco de su autonomía y en base a una ley aprobada por este Congreso, llegaron a un acuerdo de colaboración eficaz con Odebrecht, que a juicio de ellos favorece indebidamente a esa empresa.

¿Qué tiene que ver el ministro? Nada. Lo que buscan es debilitar y, de ser posible, tumbarse el acuerdo de colaboración eficaz, para que las declaraciones obtenidas (y por obtener) pierdan valor probatorio. La paradoja es que el jefe de Estado haya sumado su voz a la de los interpeladores, dejando a su ministro en una situación muy incómoda. Peor aún, ha llevado al presidente del Poder Judicial a decir que el acuerdo con Odebrecht aún puede ser modificado. Por su parte, OAS, otra empresa corruptora, dice que le preocupa la estabilidad jurídica del acuerdo que negocia. Los imputados prenden velitas: hay todavía esperanza de que no pase nada.

Volviendo a la realidad del Congreso, cabe preguntarse si lo que los medios descubren es todo lo que ocurre o solo la punta del iceberg. Estamos ante una situación complicada, porque este Parlamento continuará. Por más agresivos que sean la mayoría de sus miembros, no se van a exponer a ser disueltos censurando a un segundo gabinete. No van a dejar el poder que hoy tienen. Y, qué duda cabe, en los 28 meses que les quedan, se superarán a sí mismos.

CODA: A Salvador Del Solar lo conozco bien. Sé de su integridad, capacidad y ganas de trabajar honestamente por su país. No es amigo de la “pequeña política”, la de aquellos que por el poder justifican lo injustificable; menos aún, de la componenda bajo la mesa. Le toca ser primer ministro en un escenario complicado.