Maite  Vizcarra

El último gran producto de lo que conocemos como cultura ‘mainstream’ es una cantante estadounidense de 34 años llamada . ¿Sabe usted quién es ella? ¿Ha escuchado alguna de sus canciones?

Al margen de su talento interpretativo y de su gran perseverancia para continuar en medio de una industria tan competitiva como la de la música pop, Swift no dista mucho de ser una chica ‘good looking’ con una voz de buen color. Pero nada más, en mi humilde opinión.

Aun cuando la célebre revista “Time” la ha designado como el personaje del año que está por terminar, su impacto, aunque disímil al de Michael Jackson –eximio bailarín y dueño de un registro vocal inigualable– o al de la eternamente controversial Madonna, ha sido posible gracias a la tecnología y las redes sociales.

No olvidemos que es un producto ‘mainstream’ y que, como tal, debe su influencia en la cultura actual urbi et orbi al hecho de que cuenta con grandes medios para su comercialización. Lo curioso es que, si antes esos grandes medios eran la radio, la televisión o el cine, hoy la plataforma global gracias a la que Swift se ha coronado como la nueva reina del pop es la de las plataformas streaming y sociales como TikTok, Instagram y, por supuesto, Spotify.

Lo ‘mainstream’ no solo se define por su alcance (el globo), sino porque conecta con el sentir de medio pueblo, internacionalmente. Justamente, esa es una de las razones destacables por las que “Time” la designó persona del año 2023. Dice la revista estadounidense que Taylor Swift es dueña de un mundo interactivo que siempre está cambiando de forma y que ha logrado proyectar a toda escala.

En un ya clásico libro de cultura digital, “Cultura Mainstream”, Frédéric Martel explica que los fenómenos de este tipo son hoy posibles gracias a Internet, pero, sobre todo, a que son consumidos de un modo exponencial. Eso es lo que la tecnología le ha permitido lograr a Taylor: cifras astronómicas de facturación, audiencias multitudinarias en sus conciertos, pero, principalmente, una legión de seguidores atentos a su último pestañeo.

La táctica de Taylor Swift para enganchar con sus seguidores no solo se refleja en su espectacular manejo de contenidos en Spotify –de donde se fue en el 2017 por no haber estado de acuerdo con la manera en que la plataforma de streaming les pagaba a sus usuarios, para regresar luego con una nueva estrategia–, sino que ha sido una de las primeras en reconocer el potencial de las redes sociales desde su cuenta en MySpace hasta su presencia dominante en X, antes Twitter.

Swift ha utilizado estas plataformas para establecer una conexión auténtica y personal con sus fans. De hecho, esta interacción con sus seguidores va mucho más allá gracias a su táctica llamada ‘easter eggs’ (huevos de pascua), que son una suerte de mensajes ocultos que la artista acostumbra a dejar a sus fans en sus mensajes en redes sociales, videos musicales e incluso en las vestimentas que usa en premiaciones y conciertos. Con este tipo de pistas o regalos, la cantante mantiene literalmente enganchados a sus seguidores e incluso los puede identificar personalmente.

Pero no son solo las redes sociales. El uso táctico de la tecnología genera expectativa y una emotividad que se traslada a sus conciertos, en los que la experiencia es memorable como producto de la realidad aumentada, el uso inteligente del bluetooth, los efectos visuales, las pulseras interactivas o pantallas que muestran mensajes personalizados a los fans. Una verdadera experiencia de inmersión que en menor escala es usada, por ejemplo, para efectos educativos en entornos de simulación digital.

Taylor Swift es la primera persona vinculada al mundo de la cultura musical ‘mainstream’ que es nombrada personaje del año por “Time” para recordarnos, también, que en el siglo XXI entre las pantallas que apreciamos y nuestras propias vidas hay límites cada vez más tenues. Pues nuestras vidas ya son parte también de lo que proyectan esas pantallas. También somos el espectáculo.

Maite Vizcarra es Tecnóloga, @Techtulia

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