(Foto: El Comercio)
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Fernando Vivas

Un fujimorista me preguntó, tras su derrota, cómo veía a Keiko para el 2021. Le dije: “Con Kenji no llega”. Si en plena campaña el hermano arriesgó el triunfo de Fuerza Popular haciendo públicas sus discrepancias, era obvio que estas iban a recrudecer más tarde.

Y así fue. Kenji proclama que no le gusta ni el rumbo conservador que Keiko imprime al partido, ni los asesores, ni los nuevos dirigentes, ni la manera en que la cúpula se reserva decisiones que no se debaten en la bankada ni la desidia en buscar el indulto a su padre. En ese afán, ha llegado al punto de quiebre: no se quiere ir pero da suficientes motivos para que lo boten.

Por supuesto, visto fuera del electorado fujimorista, Kenji gana: es el rebelde, el ‘bulleado’ que levanta cabeza, el ingenioso, el que se monta en la ola de las causas novedosas (sodálites pedófilos, crímenes de odio, unión civil, cannabis medicinal). Pero Keiko ha construido una fuerza institucional que sigue proyectándose como alternativa para algo más de un tercio del país (en el último sondeo de GKF, es la política con más aprobación, 38%, seguida por Kenji con 32%).

Keiko tiene, como decía Hugo Neira al inicio de este gobierno, “bancada, pueblo y partido”, pero eso, en el Perú, no era suficiente para ganarle al antifujimorismo. ¿Es, entonces, Kenji, el ‘outsider’ que viene de dentro del fujimorismo para devastarlo o para reciclarlo? ¿Es un contrasentido desinstitucionalizador? Es las dos cosas. Petardea su partido, pero podría ayudarlo a buscar el centro si este asimila su soplo liberal. Por otro lado, es consciente de que no puede hacerse de un perfil político subiéndose a todas las olas polémicas, y acaba de presentar un proyecto para restituir la bicameralidad, la que su padre ayudó a disolver en 1992. A su modo, él también busca, psicoanalíticamente hablando, ‘matar al padre’, como Keiko ya lo hizo al fundar Fuerza Popular.

Aunque lo vimos votar solo a favor del Gabinete Zavala, sí hay entre congresistas de regiones una corriente de simpatía hacia Kenji y sus cuestionamientos a la cúpula. Keiko ha de temer el doble impacto de la campaña de Kenji y de un padre eventualmente indultado. Eso podría generarle algo más profundo que el duelo por una derrota, algo parecido a una crisis de identidad.

Y creo que, por todo esto, Keiko ha hecho algo que evitó hacer antes: difundir fotos en una triatlón en el Caribe mexicano. Quizá no lo hacía para no pecar de frívola o evasiva. Pero hoy (pese a que quedó entre las últimas) quiere mostrar que resiste dolores y fatiga, que salta obstáculos; que ella también se mueve, con más consistencia y formalidad que su hermano, hasta llegar a una meta. Mira lo que has provocado, Kenji.