En un contexto de deficiencias en el servicio de agua y saneamiento en diferentes sectores de Lima Metropolitana, el mensaje del Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Lima (Sedapal) a través de un tuit difundido la semana pasada para comunicar el corte de agua en 22 de los 43 distritos de Lima tenía que generar un pánico generalizado. Cerca de cinco millones de habitantes se quedarán sin agua de dos a cuatro días.
Hay que conocer claramente el contexto social, histórico y cultural en que se comunica un hecho. Desde la perspectiva del análisis del discurso, encontramos una explicación de los hechos ocurridos desde la semana pasada sobre el corte masivo del agua potable. El discurso es una creencia, una práctica o un conocimiento que construye realidad y proporciona una forma común de entender el mundo por los individuos y, pragmáticamente, es el lenguaje en uso y sus efectos en los distintos contextos sociales (E. Urra, 2013).
Los hechos que debemos tener en cuenta: el servicio de agua potable no les llega a todos. Según data del INEI, 635 mil personas (aproximadamente el 6% de la población de Lima) no tienen agua potable desde la red pública, y en algunas zonas de la ciudad no se suministra las 24 horas y solo les llega entre cuatro y seis horas al día. Estas últimas familias tienen que organizar sus vidas de acuerdo con los horarios que establece la empresa.
Otros sectores se abastecen de agua a través de los camiones-cisterna en puntos determinados de acopio, y que no cuenta con los filtros suficientes para ser consumida. A esta última praxis se suma un costo mayor que la facturación normal (pagan seis veces más por metro cúbico). Y la red y conexiones de alcantarillado y saneamiento es otra historia. El 8% de la población de la capital no tiene acceso y se ve obligada a formar asociaciones de vecinos para contratar y pagar a terceras empresas por la construcción de los llamados PTAR.
Con esta mala gestión, era evidente que el mensaje del corte de agua y su escaso argumento de los empalmes de tuberías matrices se corriera inmediatamente por las redes sociales X (antes Twitter), Facebook y WhatsApp, y se construyeran discursos de burla a través de memes.
Los hechos en sus diferentes formas de difusión escritos, hablados, imágenes (fotos, videos) (Parker I, 1990), logran su verdadero significado y dimensión y sentido en su relación con otros hechos y ya no son simples enunciados, sino que están interrelacionados, y la manera como se consumen –en este caso, las redes sociales y su manto de falsedad y desinformación que muchas veces hay detrás de ellas– le agregan un sentido totalmente diferente a las reglas sociales, normas y convenciones que son parte del contexto.
Además, un discurso comunicado se asocia a una institución, en este caso Sedapal, que ya tiene mellada la imagen de mala empresa gestora, no enmendó su mala estrategia de comunicación y enmudeció, no respondió al pedido de información de los vecinos y de los medios de comunicación. Un escueto comunicado, otra vez por las redes sociales, reiteraba el corte y la causa. Intervinieron la Sunass, la Fiscalía de Prevención del Delito, la Defensoría del Pueblo, el Congreso y todo se enredó.
Fue la ministra de Vivienda, Construcción y Saneamiento, Hania Pérez de Cuéllar, quien tuvo que salir al frente por ser la responsable del sector para admitir, ante la prensa, los errores en el proceso de comunicar la emergencia. Pero agregó otro hecho, del que ya todos los vecinos de Lima sospechábamos y que ya es otro escándalo más: “Sedapal no tiene un plan director desde 1981″ (entrevista con El Comercio 1/10/2023). Con esta frase, Sedapal tiene más razones para cuidar y evaluar los tipos y las consecuencias de los mensajes que comunica.