En un reciente documento, Richard Blundell (profesor del Departamento de Economía de University College London) y coautores (2020) reúne evidencia para describir el impacto de la pandemia del COVID-19 en diferentes dimensiones como el empleo, los ingresos, el nivel educativo, el estado de salud y la vida familiar.
Con respecto al empleo, documentan que los trabajadores más jóvenes y con bajos ingresos tienen una mayor probabilidad de haber perdido su trabajo debido a la pandemia, y es más probable que hayan experimentado una reducción mayor en sus ingresos en comparación con los trabajadores de mayor edad y de ingresos más altos. Asimismo, como respuesta a las restricciones impuestas a las actividades económicas, el teletrabajo se ha masificado, aunque de manera desigual. En particular, muestran que menos de 1 de cada 5 trabajadores de sectores no esenciales tienen trabajos que pueden realizarse desde casa. Peor aún, solo un tercio de los trabajadores del quintil inferior de ingresos está empleado en sectores que tienen autorización para continuar con sus operaciones durante la pandemia.
A nivel de hogar, encuentran que existen grandes diferencias por género en la capacidad de los padres para combinar el teletrabajo con las responsabilidades adicionales del cuidado infantil en casa. De hecho, un 40% de las madres solteras se encuentran empleadas en sectores económicos cuyas actividades han sido suspendidas por la pandemia; porcentaje superior al 34% y 23% presentado en madres y padres, respectivamente, con un nivel educativo similar pero que viven con el cónyuge.
En cuanto al nivel educativo, muestran que los niños de hogares del quintil superior de ingresos destinan mayor tiempo a las actividades educativas en casa que sus compañeros del quintil más pobre, con una diferencia superior a una hora por día. Asimismo, documentan que las escuelas privadas y estatales a las que asisten los niños de los hogares más adinerados están brindando más actividades que involucran la participación entre maestros y estudiantes (como clases en línea, videochats y chats en línea). Estas brechas implican que los niños de los hogares con mayores ingresos no solo están dedicando un mayor número de horas al aprendizaje desde casa, sino que también tienen acceso a un apoyo de mayor calidad por parte de las escuelas.
Otro resultado interesante es que las personas que se encuentran en los tres deciles inferiores de la distribución del ingreso tienen alrededor de un 50% más de probabilidades de haber sido diagnosticados con una enfermedad que los pone en mayor riesgo médico ante la COVID-19 en comparación con las personas que se encuentran en los dos deciles superiores. La situación se agrava porque la prevalencia de afecciones de salud mental es mayor entre las personas de bajos ingresos, pues alrededor del 13% en el decil inferior posee una afección de salud mental, en comparación con el 3% registrado en el decil superior.
En resumen, a partir de la evidencia los autores concluyen que la pandemia del COVID-19 ha exacerbado las desigualdades existentes y ha puesto en la agenda otras desigualdades que quizás eran una preocupación menor antes de la pandemia. Sin una respuesta política efectiva, la nueva normalidad podría presenciar que las desigualdades estructurales empeoren aún más. Sin embargo, también hay oportunidades, pues, como consecuencia de las medidas adoptadas por el gobierno, en la actualidad hay más personas que han recibido apoyo gubernamental (como transferencias o créditos), más personas que trabajan desde casa, más hombres dedicados al cuidado de los niños y un mayor enfoque en las desigualdades étnicas y educativas. Estos hechos podrían alentar una nueva agenda política, fomentando la formulación de políticas públicas hacia una sociedad más equitativa y justa.