Pedro Tenorio

Hasta ayer (hablando figurativamente), se trataba de crecer. Hoy (hablando realistamente), se trata de sobrevivir. Nuestro país se asoma a un año muy crítico, superior a todo lo que nos tocó enfrentar con El Niño costero en el verano del 2017. Esta vez la economía y la sociedad peruana no volverán a ser las mismas. La emergencia del ha desnudado dramáticamente nuestras carencias y defectos, los mismos que deberemos corregir a un costo sin precedentes. ¿Exagero? Para nada: vean las reacciones en España, Francia o Chile, por citar tres ejemplos. ¿Tendremos aquí la voluntad y paciencia necesarias para afrontar lo que viene a futuro?

Esa va a ser la prueba de fuego del presidente y su gobierno. La forma como lidere al en estas semanas y meses marcará el derrotero de su administración mucho más de lo que lo hizo el cierre del Congreso (su decisión más aplaudida por la población). El COVID-19 llegó para cambiar por completo el escenario político: Ejecutivo y partidos políticos –sean o no de oposición– afrontarán una prueba de fuego. En el camino, habrá muchas decisiones difíciles pero necesarias para evitar el colapso económico y sostener a millones de peruanos cuya condición de subsistencia los hace vulnerables. Vizcarra anunció un ‘bono’ (S/380) para tres millones de familias, pero ese solo será el comienzo. Los expertos formularán las alternativas más eficientes, pero el costo lo pagaremos entre todos. En este Diario, el economista Roberto Abusada estimaba ayer “una contracción económica de entre -1% y -4%” para este año. Podría ser mayor y debemos estar preparados.

Lo que sí estamos obligados a cambiar como sociedad son ciertos patrones culturales que nos hacen daño: la falta de empatía y solidaridad (personas pudientes arrasando con los comestibles sin pensar en los demás, pudiendo realizar una compra razonable y progresiva que alcance a todos). Súmese a ello la informalidad que, en sus distintos niveles, mantiene en una situación precaria los ingresos y la estabilidad económica de millones de familias que viven al día y adolecen por tanto de servicios esenciales de calidad (agua, desagüe y mejores prestaciones de salud preventiva).

Sin embargo, para tener un mejor Estado y conseguir que sea más eficiente, deberemos contar con importantes ingresos. Y no solo eso, sino garantizar que los que se obtengan sean bien invertidos ¡y sin corrupción! ¿Cuál será el papel del nuevo Congreso? ¿Formulará propuestas relevantes, se comprará el pleito o adelantará la campaña electoral del 2021 con demagogia y populismo? Son definiciones clave a las que acudiremos en los próximos días.

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