¿Qué ha significado, en términos concretos, cuantitativos, el ingreso del Perú al APEC, que en estos días celebra por tercera vez su cumbre presidencial en Lima y una cumbre o ladera empresarial concurrente? Veamos qué ha pasado con las exportaciones y la inversión privada, las dos variables que más favorablemente deberían haber sido impactadas por nuestra incorporación al acuerdo en noviembre de 1998.
Se ha señalado que nuestras exportaciones a los países del APEC han crecido desde entonces de US$3.000 millones a US$44.000 millones, un crecimiento notable, sin duda. Pero la mitad de ese crecimiento se explica por el crecimiento de las exportaciones a China, algo que, cabe pensar, igual habría ocurrido estando fuera del APEC. No olvidemos, por otro lado, que el dólar también ha perdido valor a lo largo del tiempo. Ese salto nominal de casi 15 veces es menos impresionante si le restamos la inflación.
Vamos, entonces, a las cuentas nacionales, que registran el valor de las exportaciones en soles constantes del 2007. En estos 25 años desde que entramos al APEC nuestras exportaciones crecieron 4,3% al año, en promedio; más rápido que el promedio de 3,8% en los 25 años anteriores, pero no mucho más. Y más despacio, en realidad, que el 9,3% por año experimentado entre 1991 y 1998, gracias a la apertura comercial y la liberalización de la economía.
La historia de la inversión privada es parecida. En los 25 años anteriores a nuestro ingreso al APEC creció 3,1% al año; en los 25 años posteriores, 4,5%. Sin embargo, entre 1991 y 1998 había crecido 10,9% por año. Otra vez, mayor parecería ser el impacto de las buenas políticas económicas que el de un acuerdo de cooperación entre gobiernos.
No es tan fácil analizar el impacto del APEC en la inversión extranjera. La inversión extranjera directa, que es la importante, sube prácticamente de cero en 1991 a US$1.600 millones en 1998 y US$7.000 millones en el 2008. Allí más o menos se estabiliza en los siguientes 15 años.
Nada de esto quiere decir que no sea bueno ser parte del APEC. El acuerdo ha servido para reducir sustancialmente los aranceles y otras barreras comerciales entre sus miembros, y ojalá los siga reduciendo. Pero su valor está principalmente en dar soporte a las buenas políticas económicas. Sin buenas políticas económicas, podemos subir a la cumbre cuantas veces queramos, pero siempre rodaremos al valle.