La economía creció 5,28% en mayo pasado, según cifras del INEI. Es una buena noticia, pero no tanto. Ese porcentaje sale de la comparación de mayo del 2024 con mayo del 2023.
La cifra importante es cuánto creció la economía en el año que termina en mayo del 2024. En esos 12 meses, el crecimiento fue de 0,3%. Esta es la medida a la que debemos ajustar nuestro entusiasmo.
Hay una recuperación de la inversión privada, ciertamente. Según el Banco Central de Reserva, esta crecerá 2,3% este año. Es poco, sin embargo, y hay que comparar la cifra con el resultado del año pasado: una caída de 7,3%.
Este año apareció la anchoveta y mejoró la pesca (158% de crecimiento en abril). Esto impactó en el crecimiento del PBI.
Para nivelarnos en inversión privada, sin embargo, faltarían unos cinco puntos porcentuales. La única manera de hacer crecer la economía y, por tanto, hacer retroceder la pobreza, es a través de la inversión. El Gobierno debe atraerla y cultivarla.
La actual administración no hace nada por la inversión, más bien hace todo por el gasto. Cambió las reglas fiscales para permitir un mayor gasto público.
Se requiere invertir en escuelas, hospitales y carreteras, ciertamente. El Gobierno, no obstante, carece de la capacidad de gestión para acelerar esos proyectos de inversión. La tiene, en cambio, para gastar en “inversiones” como Petro-Perú.
Los últimos gobiernos gastaron US$8.000 millones en la empresa estatal. Ese dinero ya no se volverá a ver. La petrolera está técnicamente quebrada, y no hay forma de rescatarla.
El Gobierno no tiene la claridad y la fuerza política para una determinación sobre Petro-Perú.
El Congreso, por su parte, promueve leyes que atentan contra el equilibrio fiscal. Recientemente, aprobó que los maestros contratados pasen a ser nombrados con solo tres años de experiencia, sin exámenes de calificación de por medio.
Se calcula que habrá 150.000 maestros beneficiados. Además de destruir el sistema meritocrático en la carrera pública del magisterio, esto creará una presión sobre el gasto público en remuneraciones.
El Congreso destruye la economía. El Gobierno no tiene posibilidad de pararlo o negociar. Naufraga a cualquier costo.
Este es el verdadero problema de las inversiones y el crecimiento. Esperamos que aparezca la anchoveta, oramos por ella, en vez de atraer la inversión y hacer eficiente el gasto.
No habrá crecimiento mientras el Gobierno no dé las señales que tiene que dar.