El 2022 no fue un buen año para la economía peruana y el 2023 no pinta, lamentablemente, mejor. Las cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) difundidas esta semana confirman varias cosas que ya sabíamos: que la mayoría de los sectores productivos no están avanzando a la velocidad que se esperaba, que la convulsión social golpeó fuertemente el dinamismo económico en diciembre y que el 2022 fue un mal año para la minería, que cayó en 0,24% pese al inicio de producción de cobre de la mina Quellaveco de Angloamerican en Moquegua.
El crecimiento de 2,68% del PBI peruano en el 2022 que reporta el INEI describe un resultado bastante más magro que el que el Banco Central de Reserva (BCR) esperaba a inicios del año pasado y tan solo rozó las últimas proyecciones del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), que aún esperaba que el PBI avanzara entre 2,7% y 3%.
Si vemos el ránking de sectores de acuerdo con su aporte al avance del PBI del 2022, vemos que las actividades económicas que suelen tener un gran peso como manufactura, construcción o minería, el año pasado tuvieron una menor relevancia sobre el resultado total de la economía peruana debido a sus magros desempeños.
Si nos fijamos en la inversión privada, elemento fundamental para la creación de empleo y la mejora de los ingresos de los hogares, encontraremos que no logró crecer en el 2022 y que se espera una significativa contracción para este año, especialmente porque no hay proyectos mineros en el horizonte que puedan compensar el tamaño de Quellaveco y porque la incertidumbre política y la convulsión social están golpeando aún más las expectativas de los empresarios sobre qué pasará con la economía, sus sectores y sus empresas. El Instituto Peruano de Economía (IPE) calcula que la inversión privada retrocederá este año un 2,8%, lo que seguramente se reflejará, nuevamente, en la incapacidad del país para generar suficiente empleo de calidad para sacar a más peruanos de la pobreza. Eso, en un contexto en el que la inflación no cede.
Dado que la inversión privada y las exportaciones son las que suelen mover la aguja del dinamismo económico peruano, para este año se espera que la economía avance aún menos que en el 2022. Según la consultora Focus Economics, el PBI este año tan solo logrará avanzar un 2,2%.
Y todas las proyecciones están, por supuesto, teñidas de una altísima incertidumbre y el riesgo es que no podamos lograr ni siquiera esos ya decepcionantes resultados, pues es imposible pronosticar cuándo terminará la actual crisis política y cuándo podremos volver a tener la suficiente claridad respecto de lo que va a pasar en el futuro como para que los agentes económicos puedan planificar y ejecutar inversiones sin miedo a un abrupto giro en el timón por un eventual nuevo gobierno o, incluso, una nueva Constitución.
Lo preocupante en este escenario es, además, lo que va a pasar con los fundamentos macroeconómicos que, contra todo y todos, se mantienen aún sorprendentemente sólidos. ¿Cuánto tiempo más podremos tener indicadores saludables de déficit fiscal y endeudamiento en una economía estancada? Esa es la agobiante pregunta que, como muchas otras, en este momento es muy difícil de contestar.