Parafraseando a Groucho Marx cuando hablaba de sus principios, los economistas, de un tiempo a esta parte, parecemos decir cada cierto tiempo: “Estas son mis proyecciones. Si no te gustan..., bueno, aquí tengo otras”.
Sucede que los patéticos eventos de la política nacional, el entorno internacional y las desaprensivas frases que de vez en cuando lanzan al aire nuestro presidente, la primera dama o algún desubicado ministro están induciendo a algunos de nuestros economistas a convertir la ciencia del pronóstico en un ejercicio cada vez más difícil e inútil.
Es cierto que el profesional solvente es plenamente consciente de las dificultades de hacer proyecciones con base en información limitada y que el margen de error estará siempre presente. Distinto es, sin embargo, dejarse llevar por el prejuicio o el deseo, dejando afuera del análisis de información que la realidad pone en evidencia, para luego corregir frecuentemente los estimados cuando los datos reales son finalmente publicados.
Tomemos el caso de las predicciones sobre el crecimiento económico del Perú para el 2014. A inicio del año, el MEF, el BCR, las consultoras privadas y los economistas independientes pronosticaban un crecimiento de 6% o más. Desanimados luego por el magro crecimiento en enero de 4,2%, el BCR y el MEF revisaron a la baja su pronóstico a 5,7% y 5,5%, respectivamente. Dos días antes de publicarse el dato oficial del crecimiento de febrero, los analistas consultados por la agencia Reuters pronosticaron en promedio que creceríamos 4,9%, pero la economía les dio la sorpresa positiva al crecer 5,7% y, cuando en marzo el consenso indicaba que creceríamos 6% o más, la realidad los sorprendió nuevamente con un dato mucho menor: 4,9%.
Ahora toca pronunciarse sobre el crecimiento en abril y seguramente las apuestas “analíticas” apuntarán a algo en el orden del 4%. En este caso quisiera expresar mi pesimismo. Pienso que abril nos sorprenderá con una fea cifra, más bien cercana al 2,5%.
¿Qué podemos decir entonces del crecimiento para todo el año? Sugiero a mis colegas hacer un esfuerzo de honestidad y abstenerse de revisar a la baja sus pronósticos mes a mes. Si ya cuentan con información más o menos certera sobre los principales determinantes del crecimiento que veremos a fin de año, digámoslo con franqueza y así, quizá, el Gobierno se anime a reaccionar sin perder el resto del año en complaciente inacción.
¿Y a qué determinantes del crecimiento me refiero? Pues bien, sabemos ya que la inversión privada ha dejado de ser la impulsora de nuestro crecimiento. Mientras la inversión privada creció 12,7% en promedio en los últimos cuatro años, hoy es iluso pensar que crecerá 6% como piensa el BCR y menos ahora después del discurso del presidente Ollanta Humala en Talara al poner la primera piedra de la refinería estatal hablando del Día de la Dignidad que proclamó el dictador Juan Velasco cuando estatizó la industria petrolera; criticando la privatización y anunciando que Petro-Perú ahora, “después de muchos años, se pone los pantalones largos y tendrá un rol protagónico en lo que es la producción, la refinación y la distribución del petróleo”.
De hecho, en el primer trimestre la inversión privada aumentó solo 1,6% o 0,8% si incluimos la disminución de inventarios. Me parece que aspirar a un aumento de 3% en la inversión privada es ya un acto heroico.
La inversión pública, por otro lado, ha sufrido una fuerte desaceleración en los dos primeros meses del año y los megaproyectos que se han anunciado no tendrán efecto significativo este año.
Finalmente, la gran esperanza de un fuerte incremento en el volumen exportado por la minería –y su impacto estadístico en la cifra de crecimiento al haber la minería multiplicado por tres su participación en el PBI luego del cambio de base de cálculo que ahora usa el año 2007– puede terminar siendo una desilusión. La producción de oro está cayendo fuertemente y grandes minas como Antamina explotan mineral de menores leyes. Por último, la entrada en plena producción de Toromocho no se espera sino hasta tarde en el año. Así, el cambio de año base es posible que nos juegue en contra.
En suma, mejor decirle al Gobierno de una buena vez que puede aspirar con, mucha suerte, a un crecimiento del 4,5% y que si la intensidad de El Niño se presenta mayor, deberá restarle un punto a esa cifra.