Lo racional es entendernos como seres irracionales. Solo partiendo de ahí podremos plantear políticas públicas que logren cambiar conductas de forma sostenible.
La gran mayoría de las veces, nuestro actuar responde a emociones y contextos sociales, más que a sesudas decisiones y análisis costo-beneficio. Sabemos que debemos usar cinturón de seguridad, tenemos claro que hacer deporte y comer sano mejoran nuestra salud, estamos al tanto de que debemos pagar impuestos. Pero nada de eso ocurre en los niveles que nuestra racionalidad esperaría. Porque modificar conductas implica intervenir entornos, no asumir que actuamos así por falta de información.
A fines del año pasado, el Poder Ejecutivo emitió el Decreto de Urgencia 037-2019, que ofrece otorgar facilidades de pago extraordinarias a empleadores públicos y privados que mantienen deudas tributarias por aportaciones al Seguro Social de Salud (Essalud). La medida está dirigida a gobiernos regionales y locales, excepto municipios de centros poblados, y a micro y pequeñas empresas cuyas ventas anuales no superen las 1.700 unidades impositivas tributarias.
Lo que Essalud busca es disponer de recursos para mejorar su infraestructura y equipamiento. Concretamente, aspira a recuperar S/628 millones de más de 80.000 entidades deudoras.
El reglamento, aprobado por el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), precisa que aquellas entidades deudoras que se acojan al sistema de fraccionamiento y facilidades de pago hasta este 31 de marzo estarán exoneradas de pagar las multas y los intereses generados. El fraccionamiento podrá ser hasta por diez años, pero si pagan la deuda al contado tendrán un descuento de hasta 20%.
¿No deberíamos acaso premiar a quienes cumplen puntualmente con sus obligaciones y no a quienes las evaden? Lo mismo sucede, todos los años, con las municipalidades que ofrecen amnistías a quienes se pongan al día con sus impuestos impagos. Incluso, como lo ha denunciado este Diario, lo hacen con papeletas de tránsito y transporte, sin considerar la gravedad de las multas que adeudan los infractores. Porque el objetivo solo es recaudar dinero, no que el ciudadano cambie su conducta.
En América Latina, según varias encuestas del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), hay tres razones fundamentales por las que la gente no paga impuestos: porque la ley no castiga a los infractores, por los altos índices de corrupción (“Para qué voy a pagar si se roban la plata”), y por la gran cantidad de morosos (“Por qué voy a ser yo el único que paga”). A esto se le suma que el ciudadano recibe servicios públicos deficientes y concluye que sus impuestos no le reportan beneficios.
¿Pueden medidas relativamente sencillas como la presión de grupo hacer que los contribuyentes morosos paguen? La economía del comportamiento se viene ensayando con éxito en Estados Unidos y el Reino Unido. Esta disciplina estudia cómo los factores sociales y emocionales influyen en las decisiones económicas que tomamos, muchas veces irracionales desde el punto de vista de la teoría clásica. Comprender cómo nos comportamos realmente cuando se trata de finanzas y dinero permite formular políticas públicas más eficientes.
Y así lo hizo la agencia tributaria británica que, entendiendo que si las personas saben lo que están haciendo sus pares será más probable que hagan lo mismo, probó diferentes mensajes en las boletas pendientes de pago de los contribuyentes morosos. Cuando se les dijo: “Nueve de cada diez personas en el Reino Unido pagan sus impuestos a tiempo”, la respuesta positiva aumentó en 1,5%. Cuando a esa oración se le agregó: “Usted es uno de los pocos que aún no nos ha pagado”, la respuesta aumentó a 3,9%. Pero cuando, además, se les dijo que eran de los pocos deudores de su barrio, el cumplimiento subió 6,8%.
La economía del comportamiento propone usar la predictibilidad de nuestra propia irracionalidad para plantear medidas creativas, efectivas y que, además, no requieren de grandes presupuestos para ser implementadas. Esto parece más interesante –y de lejos más justo– que terminar premiando a los deudores. Racionalmente no suena mal, ¿no?