El presidente Humala ha repetido hasta el cansancio que gobierna para desterrar la exclusión y la desigualdad. En su concepción del progreso y desarrollo nacional, el Estado debe esforzarse para llegar a cada habitante, velar por sus necesidades en cada etapa de su vida, y asistirlo de manera directa para escapar de la pobreza. El Perú tiene 6 millones de habitantes en estado de pobreza que no será eliminada con simple asistencialismo. ¿Sabrá que con el estancamiento económico muchos compatriotas que salieron de la pobreza gracias a ese crecimiento de los últimos años están ahora en peligro inminente de regresar a esa penosa condición? ¿Habrá reparado que en su visión de “incluir para crecer” está condenando a toda la nación a la exclusión y al estancamiento?
En su mensaje del 28 de julio el presidente nos quiso dar la impresión de que el Estado está ya omnipresente asistiendo a toda la población en estado de pobreza, cuando basta recorrer el país para comprobar que el Estado está clamorosamente ausente, que no es capaz de proveer agua, saneamiento, ni salud o seguridad; y donde el imperio de la ley es una quimera, y donde mueren los niños porque el Estado parece no saber que después del otoño vendrá el invierno.
El presidente no concibe a los habitantes como ciudadanos; para él son “pobladores” a los que aspira asistir para siempre con sus dádivas manteniéndolos en la precariedad desde que nacen hasta que mueren. ¿Por qué no llama pobladores a quienes viven en San Isidro, Miraflores o Surco?
Cuna Más, Qali Warma, Juntos, Beca 18 y Pensión 65 son los emblemas de su concepción de desarrollo. Nada sobre cómo crear las condiciones para que esos “pobladores” se conviertan en ciudadanos con derechos, deberes y sentido de pertenencia a una nación unitaria que progresa hacia el desarrollo pleno. Aun en su asistencialismo el Estado fracasa clamorosamente. No puede siquiera proveer seguridad básica, condición indispensable para el crecimiento y la superación de los más necesitados. La realidad nos muestra la crueldad e ineptitud que ha frenado la disminución de la pobreza, que no ha podido disminuir siquiera un ápice la mortalidad infantil, o contener la anemia de los niños.
El discurso estuvo lleno de inexactitudes y promesas demagógicas que pretenden hacer creer que en el último año de gobierno se alcanzarán todas las metas que no se lograron en cuatro años. Nos dice que el próximo año el 95% de las zonas urbanas contarán con servicio de agua, y que la seguridad mejorará con unas compras de patrulleros, motocicletas, y la prohibición del uso del uniforme policial fuera de horas de servicio.
Seguramente el presidente debe estar intrigado al comprobar que mientras más programas asistenciales aplica, la disminución de la pobreza se frena. ¿Le cuesta tanto entender que el crecimiento de la economía explica el 80% de la disminución de la pobreza?
El crecimiento se ha frenado por la ineficacia del gobierno en promover la inversión privada, y por su incapacidad para llevar a cabo la inversión pública. No se ha dicho, imagino por pudor, una sola palabra sobre la paralización de la minería, el petróleo y la infraestructura. Nos ofrece, en cambio, la construcción de una refinería inútil y una línea de metro subterráneo (submarino en el Callao) en un país eminentemente minero. No habló de cómo combatir la proliferación de reglas, permisos y trabas que ahogan la iniciativa de los ciudadanos en medio del aumento de la informalidad y la caída en la productividad, ni cómo recuperar el carácter unitario de la nación desmembrada por el proceso de regionalización. Cree, en cambio, que desarrollo es enviar al Cofopri para santificar las invasiones conducidas por traficantes, en lugar de promover esfuerzos de verdadero desarrollo urbano.
Hemos vivido cuatro años con un gobierno que no ha entendido su rol, que parece creer que el bienestar de los ciudadanos parte de la dádiva que recibe del Estado desde la cuna hasta la tumba y que no ha entendido que su tarea es crear las condiciones para que el individuo y las empresas creen riqueza. No ha entendido que el Estado tiene la responsabilidad de proveer seguridad ciudadana, de facilitar los negocios, de proveer infraestructura, de asegurar la provisión de salud, agua y saneamiento allí donde el sector privado es impedido de hacerlo. Solo vemos progreso en la educación gracias a la accidental aparición de un líder cuyos incipientes logros el presidente trató de atribuirse.