Estos últimos días me ha tocado lamentar el fallecimiento de dos pensadores extraordinarios que han sido particularmente influyentes en mi modo de ver las cosas. Me refiero al psicólogo israelí-estadounidense Daniel Kahneman, ganador del Premio Nobel de Economía, y al primatólogo y etólogo neerlandés Frans de Waal. Ambos son, en mi opinión, absolutamente fundamentales para entender cómo funcionan el mercado y la democracia.
Para conocerlos, no es necesario entrar a la parte más técnica de su trabajo académico, porque ambos fueron muy buenos difundiendo sus ideas para un público no experto. Y eso es, en buena medida, lo que los hace tan valiosos.
Empecemos por Frans de Waal. Si tienen 17 minutos disponibles, entren a YouTube y busquen su charla TED del 2011 titulada “Comportamiento moral en animales”, que encuentran subtitulada. No vayan a creer que es algo solo apto para científicos; es muy sencilla de entender y, aunque esté hablando sobre los primates en general, van a ver por qué sus hallazgos son tan importantes para entender cómo nos comportamos los seres humanos.
De Waal disputa la creencia de que los humanos somos esencialmente egoístas y conflictivos. Por el contrario, afirma que estamos predispuestos a la cooperación y la empatía, y que tenemos ciertas nociones sobre reciprocidad y justicia preprogramadas en nuestros cerebros. Los experimentos que utiliza para demostrar que esto también es así en el caso de algunos monos son impresionantes. Debe ser, además, una de las charlas TED más divertidas que hay. Háganse un favor y véanla.
Sobre Daniel Kahneman, sería imposible hacerle justicia en el espacio de una columna. Fue uno de los padres intelectuales de lo que hoy conocemos como la economía del comportamiento que, desde la psicología, ha cuestionado la noción sobresimplificada que tiene la economía del ser humano como individuo maximizador de riqueza (‘Homo economicus’) y ha explicado una infinidad de sesgos cognitivos que nos llevan a actuar de maneras aparentemente irracionales pero predecibles.
Su libro “Thinking, Fast and Slow” es lectura obligada. En él, Kahneman explica que las personas tenemos dos sistemas de pensamiento en nuestros cerebros. El sistema 1 funciona sobre la base de nuestros sesgos o intuiciones y nos permite tomar decisiones rápidas, casi en automático. El sistema 2 es el que nos permite procesar asuntos más complejos que requieren mayor razonamiento y argumentos lógicos.
Uno podría pensar que el sistema 2 es superior al sistema 1, pero lo cierto es que no hubiésemos sobrevivido como especie sin este último. Es el que hizo que nuestros antepasados prehistóricos, al escuchar un ruido en la maleza, salieran corriendo despavoridos porque podría tratarse de una fiera, en lugar de acercarse a confirmar que efectivamente lo era y perecer por la curiosidad.
Pero algo bien curioso que nos sucede hoy, como reflexionaba Kahneman, es que muchas veces son nuestras emociones antes que nuestra razón las que nos llevan a asumir postura sobre ciertos temas, lo que es el resultado del sistema 1 operando en automático, pero luego recurrimos al sistema 2 para tratar de racionalizar, después del hecho, por qué asumimos tal posición.
Esto es típicamente lo que ocurre cuando nos vemos presa de la inclinación que tenemos al tribalismo, y nos plegamos a una postura, no porque hayamos reflexionado críticamente si está debidamente sustentada, sino simplemente porque es la posición del grupo al que pertenecemos. Y luego de haberlo hecho, recién buscamos razones para justificarnos.
También encuentran mucho contenido en video sobre Kahneman en YouTube, sobre todo en el canal de Big Think, por si quieren mirar algunas cosas antes de animarse a leerle. Pero vale mucho la pena hacerlo.
Que en paz descansen Frans de Waal y Daniel Kahneman. Su aporte al conocimiento fue monumental.