Así como Andrés Arauz –otrora ventrílocuo del prófugo de la justicia– fue derrotado en la segunda vuelta por el actual presidente Guillermo Lasso en el 2021 y aun habiendo obtenido casi un tercio de los votos válidos, la candidata a protectora presidencial del parlanchín del socialismo del siglo XIX, Luisa González, será abatida por en octubre próximo en la segunda vuelta de las ecuatorianas.

Machaco lo del socialismo del siglo XIX desde hace buen tiempo y va calando. La razón es simple. Si alguno de sus juglares –peregrinos que portaban las noticias en la edad media– leyó algo de Marx, se quedó congelado en el invierno londinense cuando las gentes todavía se calentaban con calderas de carbón y el autor de “El capital” disfrutaba –contradictoriamente– del capital de su esposa Jenny von Westphalen, también escritora y pensadora.

González, de 46 años, carente de aureola rutilante, participó en altos cargos en el gobierno de su mentor, adú y financista. Ahora reivindica un pasado que llama glorioso –estado omnipotente y populista– y que, más bien, fue un infame capítulo en el que el prófugo y su agilosa banda asaltaron todo lo que pudieron a toda velocidad.

Luego de estar muy rezagado en todas las encuestas, Daniel Noboa, de 35 años, dio la gran sorpresa entrando por los palos a la segunda vuelta, rozando una cuarta parte de los votos. Hijo del cinco veces candidato presidencial Álvaro Noboa, supo transmitir la frescura de una opción joven, empática con la ecología, con el sector privado y con los grupos vulnerables.

La formación académica de Noboa incluye un grado en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, una maestría en Administración Pública en Harvard, una maestría en Comunicación Política y Gobernanza en la Universidad George Washington y un MBA en Kellogg School.

A pesar de que Noboa tomó distancia de los políticos mayores –incluyendo a su padre–, supo gestionar silenciosamente una afinada maquinaria electoral y lograr ser asociado con la encomiable labor de su madre en las brigadas médicas, una iniciativa que desde hace tiempo auxilia a personas de escasos recursos que necesitan atenciones especiales.

Salvo el electorado de dos candidatos descartados, Zurita y Bolívar, el voto popular le abrirá las puertas del palacio de Carondelet a Daniel Noboa para un mandato presidencial complementario de año y medio, dado que el presidente Lasso decretó la “muerte cruzada”, un mecanismo constitucional por el que, cerrando la Asamblea Nacional, acortó su mandato convocando a elecciones generales.

El partido que postuló a González mantuvo la primera minoría parlamentaria y Pachakutik –cuerpo político del movimiento indígena– ha perdido caudal electoral. Aún así, ella –quien con memoria selectiva silba en varios idiomas sobre los ataques a la libertad de expresión de su padrino– representa el pasado y, acaso, a las tres balas en la cabeza que fulminaron al candidato presidencial Fernando Villavicencio en Quito hace más de un mes.

Remontar esa percepción popular y presentarse como una alternativa decente y sensata resulta un ‘trip’ con amnesia ‘haze’, la más pura marihuana y que justamente se cultiva en su tierra.

Habiendo pasado escasos días en el , creo haber captado que el combo –juventud, preparación altamente calificada, propuesta económica focalizada en la competitividad y la expansión de los programas sociales– será su póquer de ases para derrotar a la dupla Correa-González.

Antes o después de ser elegido presidente, el joven Noboa debería volver a leer o leer a dos grandes clásicos: Sun Tzu –en “El arte de la guerra” hay más de 20 máximas aplicables a la política– y a Maquiavelo, para construir rápidamente poder y anticipar lo que desde Bruselas pueda hacer el prófugo porque, aún derrotado, no está ni quieto, ni manco, ni solo.

La victoria de Noboa –conteo electoral limpio mediante– será un portazo más a la hermandad plutomarxista regional.


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Javier González-Olaechea Franco es PhD en Ciencia Política, graduado en la ENA e internacionalista