Se viene el 25 de diciembre y en mi casa ya empezó el clásico bolondrón generado por los preparativos de la infraestructura navideña. Con esto quiero hablar del lado logístico de estas fiestas, ojo. Lo espiritualmente significativo es tema aparte. Toda Navidad está fuertemente influenciada por el movimiento comercial. No es mi caso pero, coincidiendo con el tema, tuvimos que renovar algunas cosas.
Empezamos por comprar un árbol nuevo este año. No porque nos guste cambiar de arbolito a cada rato, sino más bien –y le pueden preguntar a cualquier familia gatera– porque el árbol ya no pertenece a la casa. Pertenece a los gatos de la casa. Yo vivo en un departamento, así que mis gatos no tienen mejor idea, para liberar sus instintos felinos, que treparse al árbol de Navidad todo el día. Lo imaginan como un árbol verdadero y prácticamente viven dentro. Recuerden que ellos son cazadores por naturaleza, lo llevan en los genes, y agazaparse entonces es parte de sus vidas. Basta ver la cara de pantera que ponen cuando contemplan la calle por la ventana, echados sobre las ramas. Son felices. Además, el árbol tiene esas lucecitas navideñas que simplemente los vuelve locos. También las bolas que cuelgan, y que se mueven ni bien ellos las tocan, les fascinan. Es imposible no escuchar las bolas caer al piso durante la madrugada. Luego las ruedan imparablemente por toda la casa empujándolas con la patita. Me pongo contento oyéndolos divertirse. Felizmente hoy en día las esferas aquellas son de plástico. Recuerdo, hace muchos años, que eran de un material quebradizo, cortante y en consecuencia muy peligroso. Por ello mi mamá solo colgaba muñequitos incaicos en el árbol de mi casa. Pero esa es otra historia.
Muy aparte de lo anecdótico de los gatos y el árbol, también un motivo de estrés es la compra de regalos. No solo es un tema de agraciar, es un tema también de adivinar qué es lo que más le gusta a cada persona. Eso es una chambaza que con razón muchos delegan. Porque siempre queremos regalar cosas que sean valoradas y usadas por nuestros seres queridos. Este año hemos decidido comprarles a todos esos peruanos emprendedores que venden de todo por Internet o en ferias navideñas. Merecen nuestra completa atención. Creo que tienen igual variedad y cantidad de opciones que las grandes tiendas que ya hemos visitado por varios años. Esta vez solo nos concentraremos en los pujantes vendedores nacionales que con tanto esfuerzo esperan esta época del año para presentar sus múltiples opciones. Todos los diciembres tratamos de hacer cosas novedosas para los grandes y chicos en la casa en Nochebuena. Hemos hecho de todo para pasarla bien y disfrutar en familia juntos. Por ejemplo, contratar papá noeles –generalmente amigos que apoyamos en su sacrifi - cado negocio– y que lleguen gritando “¡jo, jo, jo!” desde la cuadra anterior con su campana, su bolsa de regalos y además duendes ayudantes.
Sesiones de fotos con ropa navideña, intercambio de regalos con juego de charada de por medio o intercambio de regalos desde Internet, también ya las hemos hecho. Porque hoy hay miles de páginas que lo hacen por ti; nacimientos de todas las formas, colores y materiales. Siempre queremos algo diferente y novedoso para compartir, comentar y definitivamente recordar. Esta Navidad será una celebración más tranquila, pero estaré como siempre acompañado por mi familia, mis hijos y mi esposa, que son el mejor regalo que me pueden dar. De eso se trata ese día: de compartir una noche como todas, pero celebrando el nacimiento de Jesús. Llenos de una sensación que se vive alrededor de todo el mundo, la de dar y recibir amor. Eso es lo que más deseamos todos, eso es lo que debemos buscar y valorar, eso para mí es la Navidad. Eso no causa estrés.
Esta columna fue publicada el 17 de diciembre del 2016 en la revista Somos.