Hace una semana, escribía esta columna inmediatamente después de la votación del Congreso que declaró la vacancia de Martín Vizcarra. En este momento, el Congreso acaba de elegir como su nuevo titular, y futuro presidente, a Francisco Sagasti. Hace siete días, decía que la vacancia expresaba una ambición de poder de cortísimo plazo, un acuerdo parlamentario fruto de múltiples intereses particularistas, que enfrentaba un serio problema de legitimidad y la posibilidad de múltiples manifestaciones de protesta, y que podría llevar a la exacerbación desde el Ejecutivo de lógicas populistas que habíamos visto en el Parlamento.
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