Si las elecciones peruanas fuesen un campeonato de fútbol, estaríamos frente a un torneo de tres fases. Entre agosto y diciembre del 2015, los cuartos de final; entre enero y abril del 2016, las semifinales; y entre mayo y junio, la gran final. Las elecciones no siguen las mismas reglas que el fútbol, pero sí se puede afirmar que en los próximos cinco meses se definirán los candidatos con opción de pugnar por la Presidencia de la República; entre el 10 de enero y el 10 de abril del 2016 – cuando se realice la primera vuelta electoral– se luchará por ser uno de los dos finalistas; y entre ese día y el 5 de junio –fecha probable de la segunda vuelta– se decidirá el próximo presidente del Perú.
La primera fase será de baja intensidad. Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski (PPK) se sienten cómodos con su ubicación en los primeros lugares en las encuestas y prefieren no arriesgar demasiado para conservarlos. Alan García, a su vez, sabe que su especialidad es la arremetida en la recta final, por lo cual tampoco le molesta mucho andar en el tercer lugar. La batalla más intensa en esta fase será por el cuarto lugar. Un hito en este proceso será el CADE electoral que reunirá en diciembre a los cuatro principales candidatos. Tres de ellos están virtualmente definidos. El cuarto dependerá de lo que ocurra en los próximos meses. Podría ser Alejandro Toledo o César Acuña o el candidato del oficialismo o algún nuevo contendor, aquel que figure en el cuarto lugar al momento de la convocatoria.
Los últimos meses del 2015 serán determinantes para la mayoría de agrupaciones políticas que hoy registran baja intención de voto. En algunos casos –como el nacionalismo–, porque deberán definir a su candidato y sus bases reclaman elecciones internas. En otros casos –como Acción Popular, PPC, Solidaridad y los partidos de izquierda– porque deberán decidir si buscan una alianza para sumar fuerzas y aspirar a una presencia parlamentaria o si se lanzan a competir solos, a riesgo de no alcanzar el 5% que manda la ley y desaparecer.
El verano del 2016 será muy caliente, no solo por el fenómeno de El Niño, sino también políticamente. Keiko procurará seguramente conservar su liderazgo haciéndose “el muertito”, al estilo de Castañeda, pero ya no le será posible. Del 30% o más de intención de voto que registra regularmente, alrededor de 10 puntos son votantes recientes y, por lo tanto, más frágiles. Tras ellos irán todos sus rivales. En forma paralela, García arremeterá resueltamente contra PPK para arrebatarle el pase a la segunda vuelta –como hizo antes y dos veces con Lourdes Flores– y este contraatacará. Pero si a PPK le falta agresividad, ahí estará el oficialismo para embestir contra García y contra Keiko, tratando de recuperar los votos que fueron de Humala y están ahora con Fuerza Popular. El riesgo para los punteros es que de esta pelea feroz salgan todos maltrechos y dejen el camino abierto para que el candidato que venga en el cuarto o quinto lugar acopie votos de decepcionados e indecisos y arremeta en el último tramo.
La gran final se jugará probablemente entre dos políticos conocidos. Las apuestas hoy son a favor de una segunda vuelta entre Fujimori y PPK o García, pero es prematuro afirmarlo. En la política, como en el fútbol, los favoritos no siempre llegan a la final y se puede anotar un gol hasta en el último minuto. En el Perú con mayor razón, porque la mayoría de los indecisos son personas que no les interesa la política y, por lo tanto, no prestan atención a los candidatos hasta el tramo final. Según Ipsos, entre 30% y 40% de los electores peruanos decide la última semana, la mitad de ellos el mismo día de la votación.
Se suele decir que la segunda vuelta es un nuevo partido, pero la verdad es que –a diferencia del fútbol– el nuevo partido no empieza con el marcador en cero. Ello solo ocurre si la diferencia en la primera vuelta es muy ajustada. Así fue en 1990 cuando Mario Vargas Llosa obtuvo 32,6% y Alberto Fujimori 29,2%. El apretado resultado era fácilmente reversible como en efecto ocurrió. Más difícil es voltear un partido cuando la diferencia es mayor, como en 2006 en que Ollanta Humala y Alan García recibieron 30,6% y 24,3% en la primera vuelta, una distancia de 6,3 puntos que García logró voltear con gran dificultad. En cambio, en las elecciones del 2001 y 2011, cuando las brechas entre el primer y segundo lugar eran 10,7% y 8,1% de los votos válidos, respectivamente, los ganadores de la primera vuelta –Toledo y Humala– se alzaron también con el triunfo en la segunda. Por lo tanto, la distancia entre el primer y el segundo lugar en las elecciones del 10 de abril resulta clave para anticipar quién podrá ser el próximo presidente del Perú.