Santiago Pedraglio

La última encuesta sobre del Latinobarómetro 2023, entre 17 países de la región, enrostra verdades conocidas, aunque difíciles de aceptar. En el caso del Perú, se muestra una situación singular: si bien un 50% considera que “la democracia es preferible a cualquier otra forma de ”, de toda América Latina le cabe el porcentaje más elevado de insatisfacción frente a la democracia: el 91%.

La disparidad entre el apoyo a la democracia (el 50% de los peruanos) y el altísimo grado de insatisfacción con la forma de gobierno (91%) es paradójica: un gran número de peruanos, a pesar de estar descontentos con la democracia, la sigue respaldando. El riesgo es evidente: estos peruanos pueden sumarse al otro 50% que no considera que la democracia sea el mejor tipo de gobierno, lo que deja el camino abierto para la búsqueda de un líder-caudillo que muchos ansían, dejando de lado el anhelo de consolidar y mejorar el funcionamiento de la democracia.

A nivel latinoamericano merecen resaltarse tres resultados. El primero es que, en una “autoclasificación de clase social”, los sectores más altos resultan los menos democráticos: “Mientras más alta es la clase social, menos apoyo hay a la democracia. En la clase alta un 37% apoya la democracia, mientras que en la clase baja es un 44%. El mayor apoyo a la democracia se produce en la clase media baja, con el 51%”.

El desapego de la clase alta frente a la democracia es preocupante por su evidente influencia en la economía y en la creación de corrientes de opinión, así como por su influjo, en general, en los llamados poderes fácticos. Considerando que las clases medias son tradicionalmente las principales animadoras de las iniciativas partidarias y del mundo intelectual latinoamericano, el mayor apoyo de la clase media baja a la democracia podría reflejar que consideran que es el camino para su mayor inclusión en los espacios políticos de poder.

El segundo resultado relevante es que las disparidades se vuelven a manifestar cuando se trata de medir los grados de indiferencia o compromiso con la democracia: “la indiferencia […] es mayor en la clase alta (37%), disminuye al 26% en la clase media baja y aumenta al 31% en la clase baja. Nuevamente sobresale la clase media baja como la más demócrata. Llama la atención que los más demócratas no son los más acomodados”. El informe del Latinobarómetro sintetiza: “un demócrata latinoamericano es un varón con educación universitaria, de más de 60 años, que se autoclasifica como de clase media baja. En cambio, el proclive al autoritarismo es un hombre o una mujer más bien de clase alta, con cualquier nivel de educación y más bien menor de 40 años”.

El tercer resultado a destacar de la investigación es el escaso apoyo a la democracia entre los latinoamericanos más jóvenes, lo que pondría en peligro el futuro de este tipo de régimen político en el continente: “La edad es lo que más diferencia a los autoritarios, puesto que, a menor edad, más autoritarios […]”. Mientras que “entre los más jóvenes (16-25 años) solo el 43% apoya a la democracia, entre los de más edad (61 y más años) es el 55%. Hay doce puntos porcentuales de diferencia en el apoyo a la democracia entre los más jóvenes y los de más edad en promedio en América Latina”. La mayoría de países latinoamericanos están, una vez más, ante el desafío de consolidar sus democracias y sus procedimientos de convivencia política.



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Santiago Pedraglio es sociólogo