Al igual que con el nacionalismo, nos preguntamos si el es un sentimiento o una ideología. En la literatura política, por lo general este término se refiere a movimientos o partidos políticos que se inspiran en la tradición, el legado y las costumbres de un que es depositario de valores exclusivos, permanentes y positivos.

Para el populismo, sea de derecha, centro o izquierda, el pueblo siempre es fuente de inspiración y objeto de referencia. Además, es lo opuesto al elitismo, que resalta la idea de que los pueblos tienen que ser gobernados por unas minorías ilustradas que deben siempre tener el control del poder.

Si rastreamos la ruta del populismo a lo largo de la historia, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la fecha encontraremos diversos momentos, como bien explican el historiador Norberto Ferreras y el politólogo Paul Drake. Hubo un populismo precoz y liberal, que surgió en las primeras décadas del siglo XX. Este populismo auroral fue reemplazado por el llamado populismo clásico, entre 1930 y 1960, y aquí los autores mencionados se refieren a Fernando Belaunde y a Víctor Raúl Haya de la Torre, entre otros populistas latinoamericanos, ya sean demócratas, como estos históricos líderes peruanos, o autoritarios, como Lázaro Cárdenas en México y Juan Domingo Perón en Argentina.

Entre finales del siglo pasado y comienzos de este, surgió lo que el historiador brasileño Wagner Pinheiro, siguiendo a Ferraras y Drake, llama neopopulismo. Es decir, un populismo con ideas y expresiones políticas que pueden ser de derecha o de izquierda. Al populismo de izquierda que campea en América Latina, el autor brasileño lo llama radical. Pero antes de que surja este populismo, con anterioridad hubo un neopopulismo mercadocéntrico que aplicó las ideas neoliberales producto de un recetario económico conocido como el Consenso de Washington, que más que consenso fue una imposición. Fueron los gobiernos de Alberto Fujimori, Carlos Menem, Fernando Collor de Melo, Carlos Salinas de Gortari y Abdalá Bucaram.

Este populismo neoliberal fue respondido por el de izquierda con Hugo Chávez, luego Nicolás Maduro, Luiz Inácio Lula da Silva, los Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa, Fernando Lugo y Daniel Ortega.

Pedro Castillo intentó con su golpe fallido seguir esta línea, donde los únicos que no tienen un ejercicio autoritario o semiautoritario del poder son Lugo y Lula (este último que fue reemplazado por otro líder populista, pero de derecha, como Jair Bolsonaro).

’ significa ‘poder del pueblo’. ¿Ello quiere decir que la democracia es también populista? Puede haber un estilo populista en líderes y gobiernos democráticos, como puede no haberlos. Y la diferencia se debe a que, para la democracia, todos somos el pueblo y no solo una parte, y lo somos en nuestra condición no solo política, sino también jurídica como ciudadanos, sin ninguna forma de exclusión o de discriminación. Por eso, si queremos en el Perú una democracia integral y de calidad, tenemos que constituir una república de ciudadanos; si no, seguiremos amenazados por el populismo y el elitismo.


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Francisco Miró Quesada Rada es exdirector de El Comercio