Lima será sede de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos en el 2027. Se ha celebrado como un éxito, pero, en realidad, es una mala noticia.
No estamos listos para ser sede de este tipo de evento. Somos como un alfeñique tratando de levantar unas pesas de 200 kilos. El resultado es inevitable: saldremos lesionados.
Los Panamericanos en el 2019 costaron S/4.200 millones (unos US$1.200 millones). El “impacto económico”, se ha dicho, fue de S/5.200 millones. Gran negocio, aparentemente.
La parte decisiva de este “impacto económico” fueron –aunque resulte increíble– 80.000 artículos sobre los Juegos. Se midió cuánto hubieran costado estos espacios en los medios. Así se obtuvo el valor de US$1.086 millones, según expuso ante el Congreso Carlos Neuhaus, presidente del comité organizador (Lima2019.pe, 9/9/2019).
No concibo a nadie mejor que Neuhaus para dirigir la organización de ese evento. Y creo, también, que los directivos del proyecto especial Legado han hecho un estupendo trabajo de mantenimiento de la infraestructura e instalaciones de los Panamericanos.
Hay que reconocer, sin embargo, las realidades presupuestales. Lamentablemente, los artículos publicados no se pueden transformar en dinero para pagar por nuestras necesidades.
En Piura solo el 34% de los colegios públicos tiene agua potable y solo el 26% tiene desagüe. Según el Ministerio de Educación, la brecha en infraestructura es de S/164.000 millones. Más de 40.000 escuelas están no en malas condiciones, sino en “pésimo estado”.
En el país hay un déficit de 1′800.000 viviendas. En los hospitales no hay medicinas y se atiende a los pacientes en los pasillos. Hay comisarías que no tienen teléfono ni acceso al Reniec, carecen de vehículos y a veces agua potable.
Un país no es desarrollado porque tenga un velódromo o una villa deportiva. Es desarrollado porque cubre sus servicios básicos y su población es atendida sin privilegios. Los velódromos y las instalaciones vienen después, a consecuencia del desarrollo.
Podemos hacer la finta de ser desarrollados. El Gobierno pone los estadios y escondemos, bajo la alfombra, la pobreza y la miseria de nuestras escuelas públicas, nuestros hospitales y nuestras comisarías.
Mantener las instalaciones de los Panamericanos 2019 cuesta más de S/200 millones al año. No es demasiado, pero es absolutamente equivocado.
Los nuevos Juegos Panamericanos, los del 2027, costarán casi US$370 millones del presupuesto estatal.
Los representantes del sector turismo creen que es una buena inversión de los fondos públicos. Calculan que vendrán 170.000 turistas. Ellos tendrán trabajo. Pero ¿los habitantes del arenal, las víctimas de las lluvias en Tumbes y Piura? ¿Los escolares sin agua potable, sin puertas en los baños? ¿Qué dirían los pacientes en los pasillos de los hospitales, los policías sin radios ni patrulleros?
Ellos no tienen voz. No tienen gremios, ni representantes ni organizaciones internacionales. Solo tienen el abandono, el olvido y la postergación.
El país ‘oficial’ está feliz. Tiene Juegos Panamericanos. Tiene trabajo para ciertas constructoras y ciertos hoteles y restaurantes. Para eso sí tiene dinero el Estado.
Si alguien se pregunta por qué ganan los antisistema, debería buscar en esa irracionalidad, en esa barbarie.