La muerte de Santa Rosa no es la de un blanco vivo y brillante sino la de un color blanquecino, desleído, el instante en que la albura de la vida se ha perdido. El paso de la vida a la muerte, de lo terrenal a la gloria. Su rostro tranquilo es el de quien acaba de caer en un profundo sueño expirando su aliento final mientras una de sus manos, turgente aún, cuelga plácidamente sobre su costado, la otra se apoya sobre su cadera que se delinea bajo su arrugado hábito revelando la femineidad de la santa.
Sus ropas cobran el símil de un mar agitado que está a punto de amainar. Un querubín de redonda figura, alas semidesplegadas y pelos desordenados, como si hubiese llegado al vuelo hace instantes, coge delicadamente la mortaja para empezar a cubrir a Santa Rosa. El gesto del angelito es de ternura, lleno de goce, como un niño cuando está a punto de abrir un regalo. Tras de la santa espera una guirnalda de flores (¿con espinas?) con la que sin duda el mismo ángel coronará a Rosa acabado el tránsito de la muerte.
Esta es una joya de escultura magistralmente esculpida por el italiano Melchiore Cafá en 1669. Fue un regalo de Clemente IX para celebrar la beatificación de Rosa ocurrida un año antes. La llegada de la imagen a Lima fue un evento social en el que incluso se cuenta que fue trasladada desde el Callao a Santo Domingo cargada por varios hombres en medio de una absoluta devoción. Esta escultura es deudora de una joya del arte universal, el “Éxtasis de Santa Teresa”, de Bernini y Cafá, impresionado por esta, indudablemente se basó en ella.
Hay que verla. ¿Dónde? Tradicionalmente en el altar funerario de los santos peruanos en la Basílica de Santo Domingo, pero hoy forma parte de la muestra “Revalorando el Patrimonio Cultural del Perú” en la antigua sede central del BCP, antes Banco Italiano.
Un acierto de esta muestra es que inaugura un gran espacio que ha dejado de funcionar como banco para dejarnos ver la belleza de un edificio construido en 1929 por Malachowsky y que está lleno de vitrales y bronces de extraordinaria factura. Una prueba del enorme poder económico que había alcanzado para ese momento la colonia italiana en el Perú.
El otro acierto es revelarnos el largo interés y compromiso de esta institución con el patrimonio histórico artístico del Perú. Más de 600 obras (entre ellas la imagen del Señor de los Milagros) se han recuperado durante 3 décadas volviéndolas a colocar en sus lugares de origen y que hoy, varias de aquellas, se pueden admirar juntas en un solo espacio. Un recordatorio de la grandeza artística que existió en el Perú.
La empresa puede y debe involucrarse, en la medida de sus posibilidades en la recuperación de nuestro patrimonio material e inmaterial, hay otros buenos ejemplos que también apuestan por esta revaloración patrimonial. Aún hay áreas en las que falta el apoyo, como el patrimonio escultural urbano o la frágil balconería de la ciudad, apoyo en el que deben estar presentes, también, los gobiernos central y municipal.