Desmadre, por Fernando Rospigliosi
Desmadre, por Fernando Rospigliosi
Fernando Rospigliosi

Lo que está sucediendo en Cajamarca es representativo de la situación del Perú entero: policías mal entrenados y con sospechas de corrupción sobre ellos, aliados con una banda de delincuentes, realizaron con brutalidad el desalojo de una vivienda y taller de un hombre que se ganaba el pan con su trabajo, pero que había incumplido con la cancelación de una deuda de hace varias décadas.

Fidel Flores pagó con su vida el defender -con violencia injustificable e ilegal- su casa y su factoría. Si lo desalojaban perdía su vivienda y el negocio con el que mantenía a su familia.

Los policías que participaron en el desalojo actuaron de manera poco profesional. No es casualidad. La preparación en la mayoría de las 28 escuelas de sub oficiales del país es pésima. Una de las pocas cosas que aprenden es corrupción. Pero esas escuelas han proliferado por la absurda política de este gobierno –y los anteriores- de insistir en tener más policías a cualquier precio, privilegiando la cantidad sobre la calidad. Al final, es contraproducente, empeora las cosas, como bien ha anotado el general (r) Gustavo Carrión el jueves en El Comercio.

Específicamente el policía que le disparó un escopetazo a Fidel Flores a 5 ó 6 metros, obviamente no estaba preparado para usar esa arma. La escopeta puede usarse en asuntos de orden público, de preferencia con perdigones de goma y no de plomo –como al parecer fue el caso de Cajamarca- y nunca a menos de 25 metros (eso puede variar de acuerdo al tipo de munición, etc.). Un disparo a corta distancia es casi siempre fatal. Jamás debieron darle esa arma a un efectivo que no estaba ni técnica ni sicológicamente preparado para usarla.

La policía realizó el desalojo, además, asociada con una banda de matones pagados por el beneficiario. Esos delincuentes saquearon después la vivienda y el taller.

Mucha gente en Cajamarca sospecha que la policía y la jueza habían sido sobornados para efectuar el desalojo, lo que refleja la escasa o nula credibilidad de dos instituciones decisivas para combatir la delincuencia y mantener el orden público.
Esto se da en un contexto en que las llamadas rondas urbanas han tomado –desde hace años- el control de parte de la ciudad, usando la violencia para imponer sus reglas y, de paso, extorsionando a negocios y comercios. Un par de semanas antes del trágico desalojo, cinco ronderos que habían atacado a la policía fueron detenidos. En un ambiente enrarecido, el jueves pasado, el medroso Poder Judicial local los liberó, dándoles más alas y fuerza a las rondas.

Esas rondas urbanas jugaron un papel decisivo durante el paro contra minas Conga en noviembre de 2011, cuando estaban aliadas con el ex emerretista Wilfredo Saavedra, imponiendo la huelga indefinida cuando el presidente regional Gregorio Santos pretendía dar por terminada la paralización.

Los incidentes de Cajamarca son solo parte del desmadre general en el país. El caso de los negocios de Martín Belaunde Lossio, que usaba sus vínculos con el gobierno para hacer millonarias operaciones, ha crispado los nervios de la pareja presidencial y motivado el despido de una asesora de prensa de la primera dama, de un funcionario de un ministerio y del jefe del Instituto Peruano del Deporte. A todas luces la pareja pretende distanciarse de un personaje cuya cercanía les produce sobresalto. Y cuya misteriosa evaporación no hace sino redoblar las sospechas.

La renuncia de la ministra de Salud, Midori de Habich, al parecer a punto de ser censurada y asediada por persistentes huelgas de los trabajadores del sector, refuerza la impresión de un gobierno débil, que ha perdido el control de la situación.

Un par de intervenciones desafortunadas del presidente Ollanta Humala mostraron su insignificancia y ramplonería política. Una, atacando sin que venga a cuento al futbolista Reimond Manco, que le respondió “mejor no opine” y preocúpese “por la delincuencia en el país que cada día está peor”. Otra, tratando de usar populistamente el aumento de sueldos en el BCR para criticar a su presidente, que respondió presta y dignamente renunciando al aumento de 6% y manteniéndolo para todos los empleados.
En suma, un desmadre que no contribuye a mejorar el ambiente sombrío generado por el enfriamiento de la economía.