La evidencia científica muestra que a los dos años de vida el 80% de nuestro cerebro ya está desarrollado. Si en ese lapso la persona está expuesta a deficiencias de nutrientes y vitaminas, está empezando su vida con una condena a cuestas. Un niño malnutrido nunca tendrá el mismo futuro que uno bien nutrido. Aunque ambos reciban luego la misma educación, su capacidad de aprendizaje, crecimiento físico y desarrollo cognitivo no será la misma.
Según la última Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes) del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), la prevalencia de desnutrición crónica en menores de cinco años en el primer semestre del 2024 fue de 12,2%. Esta cifra supera en 0,7 puntos porcentuales al porcentaje registrado el año pasado: 11,5%. Además, representa un retroceso a niveles prepandemia, tanto en zonas rurales como urbanas.
Aunque esta situación puede responder al aumento de la pobreza y pobreza extrema y al mayor costo de la canasta básica de alimentos, el problema es más complejo. En junio último, Unicef alertó que 440 millones de niños y niñas menores de cinco años viven en situación de pobreza alimentaria infantil. De ellos, 181 millones viven en situación de pobreza alimentaria infantil grave –es decir, uno de cada cuatro niños en el mundo–. Esto significa que, como mucho, tienen acceso diario a dos de los ocho grupos de alimentos necesarios para tener una alimentación sana y variada, y que tienen 50% más posibilidades de padecer una forma letal de desnutrición.
De los 18 millones que viven en América Latina, cinco millones padecen pobreza alimentaria infantil grave. Y si bien de los 63 países de ingresos bajos y medios analizados, el Perú no está entre los peor evaluados –lo superan Costa Rica, Serbia y Bielorrusia–, lo que este estudio revela es lo extendido que está este problema.
El organismo atribuye estas cifras a las desigualdades, los conflictos y las crisis climáticas. Pero también encontró que “tanto los niños y niñas que viven en hogares pobres como los que viven en hogares más acomodados sufren a causa de la pobreza alimentaria infantil grave, lo que indica que los ingresos de los hogares no son el único factor determinante de la pobreza alimentaria infantil”. Las familias deben tomar conciencia de que una mala alimentación en los primeros años de vida acarreará consecuencias para toda la vida.
Como lo hemos resaltado en oportunidades anteriores en este mismo espacio, combatir la desnutrición crónica infantil demanda la intervención de diferentes sectores en todos los niveles de gobierno. Claves son el sector Salud, porque los controles del bebe permiten identificar que su talla va de la mano con su edad y que está recibiendo sus vacunas completas y a tiempo; Vivienda, Construcción y Saneamiento, porque el acceso a agua potable permite prevenir enfermedades diarreicas agudas; y Desarrollo e Inclusión Social, que con el Programa Nacional de Alimentación Escolar Qali Warma ofrece alimentación a los estudiantes de colegios públicos de todo el país.
En un contexto así, es un crimen seguir pensando en inyectar más recursos a una empresa quebrada como Petro-Perú, cuando existen tantas necesidades que satisfacer. Solo el último rescate aprobado en febrero de este año, de US$1.300 millones, supera en más de 60% todo el presupuesto de Qali Warma. No podemos seguir hipotecando el futuro de millones de niños. Sin prioridades claras, no vamos a ningún lado. A ninguno auspicioso, por lo menos.