¿Qué pasaría si una empresa industrial nombra a un nuevo gerente general y este, en lugar de ejercer precisamente como gerente general prefiere ponerse al frente de la jefatura de máquinas (desplazando a su titular) porque la considera en situación crítica?
Sencillamente la empresa industrial se vería ante la sorpresa de no tener ni gerente general ni jefatura de máquinas ni solución a la situación crítica.
En los resultados satisfactorios que buscan empresas e instituciones la clave pasa por el respeto y eficiencia de sus jerarquías y cadena de mandos.
Esto es lo que no está pasando con la Policía Nacional, cada vez más afectada en su institucionalidad y con funciones y tareas tan dispersas y superpuestas que deterioran su eficiencia y credibilidad.
Fue comprensible en un primer momento que el general Daniel Urresti tuviera que dar la cara, en vivo y en directo, al grave problema de la inseguridad ciudadana y a la crisis que atraviesa la Policía Nacional. Y lo hizo bien.
Pero el hecho de que le sobre entusiasmo y energías para correr tras la delincuencia allí donde esta opera, y demostrar cómo se impone autoridad en las calles (lo que le ha valido buenos puntos de aprobación en las encuestas) no debe hacerle olvidar que su papel consiste en devolvernos la confianza como ministro del Interior y devolvernos también al general Jorge Flores Goicochea como director de la Policía Nacional.
En efecto, necesitamos ver un horizonte de mediano y largo plazos en materia de seguridad ciudadana y de estrategias contra el crimen organizado, para citar un par de cosas. Y aquí necesitamos, naturalmente, a un general Urresti como ministro del Interior, rodeado de calificados cuadros de especialistas y sobre todo de prioridades bien definidas.
Necesitamos también ver y conocer por fin al general Flores en acción. Queremos verlo dar la cara, en vivo y en directo, al crimen cotidiano. Como director de la Policía Nacional tiene que salir de su enclaustramiento y ponerse al frente de sus coroneles y comandantes que prácticamente han desaparecido bajo el protagonismo de un ministro del Interior que ha dado algunos buenos ejemplos de firmeza y tenacidad en la lucha contra la delincuencia, debiendo ser consciente, a la vez, de que no puede pasarse todo el tiempo dedicado a lo mismo, desatendiendo lo fundamental: ser el ministro del Interior las 24 horas del día.
Si fuera devuelto a la cancha que le corresponde le pediríamos al general Flores proponer sin demora el tamaño ideal de la Policía Nacional, comenzando por liberarla, entre otras cosas, del tránsito (que debiera asumirla la policía municipal de cada circunscripción) y de la inútil y costosa custodia de autoridades y funcionarios.
Si la Policía Nacional ha demostrado alta eficiencia en investigación criminal ¿por qué no podría hacerlo en otros campos de su competencia? Podría decirse que hoy en día está metida en todo y en nada, sin un proyecto institucional que la haga respetada y respetable.