Javier Álvarez

En el Perú hay cerca de cinco millones de niñas y adolescentes mujeres. Ellas también forman parte de la gran hinchada que mañana alentará a la selección de fútbol. Además, representan la mitad de la población infantil y, al igual que sus pares varones, tienen derechos reconocidos por las leyes nacionales y tratados internacionales como la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN). Sin embargo, a diferencia de los chicos, ellas encuentran muchas más barreras para lograr su pleno desarrollo, para campeonar en la vida. Lo más preocupante es que esta indiferencia hacia ellas es un autogol anotado ante una hinchada que debería ser la más entusiasta en alentar su triunfo: su familia, su escuela, su país.

Y decimos que es un autogol porque cuando les negamos oportunidades y obstaculizamos su pleno desarrollo perdemos oportunidades de crecimiento como país. Hay que dar la vuelta al marcador con cambios en normas, creencias y estereotipos que esclerotizan a las sociedades sin dejarlas avanzar plenamente. Es hora de dejar de pensar que las chicas tienen que ser solamente niñas buenas, dóciles y obedientes, menospreciando sus contribuciones. Vayamos más allá de su apariencia, de cargarlas de más responsabilidades de cuidado del hogar que a sus hermanos, y fomentemos su desarrollo académico, su liderazgo y su voz en cualquier espacio público.

Mientras esas normas no cambien, seguiremos viendo que en el Perú, de cada 10 estudiantes que cursan estudios superiores en tecnología o ingeniería, solo tres son mujeres; que cada día 30 niñas y adolescentes son víctimas de violencia sexual o que 155 menores de 14 años se convierten en madres y que 435 se casan antes de cumplir la mayoría de edad.

La estrategia para cambiar esta situación en un terreno de juego donde las reglas aplican por igual a niños y niñas es a través de empoderar a las y los adolescentes comenzando por reconocer que ellas están presentes y que tanto los chicos como las chicas quieren patear la desigualdad para alcanzar un mejor desarrollo nacional respetando sus derechos y escuchando sus voces.

En ese proceso está el Perú, a través del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, que junto con Unicef ha puesto en marcha el programa “Más Poder Adolescente” cuyo propósito principal es que 10.000 adolescentes mujeres desarrollen y fortalezcan su capacidad de buscar y tomar las decisiones correctas para hacer realidad su proyecto de vida, mientras sus voces son tomadas en cuenta. Con esta iniciativa, Unicef quiere que las adolescentes puedan erradicar la violencia sexual, el matrimonio y el embarazo adolescente de sus vidas a través de mejores servicios educativos, salud y protección.

Confiamos en que “Más Poder Adolescente” se convierta en un modelo inspirador, especialmente para el sector privado comprometido con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), porque el partido contra la desigualdad necesita del esfuerzo conjunto de todos los sectores de la sociedad desde el Estado, la familia, la escuela, la comunidad, el sector privado, la sociedad civil y la cooperación internacional. Seamos parte de este equipo. Para que ellas alcancen su máximo potencial es necesario fortalecer la inversión pública en áreas que promuevan su liderazgo, su salud y su bienestar en todos estos contextos.

Se sabe que por cada año adicional de educación secundaria que recibe una niña, al llegar a la edad adulta e incorporarse al mercado laboral sus ingresos podrían incrementarse hasta en un 20%, y que cada dólar invertido por los estados en la salud y educación de las adolescentes puede generar un beneficio económico de hasta US$120 en el PBI per cápita. Cuando en un país las chicas acceden a mayor educación y gozan de mejor salud hay mayor productividad económica, una reducción de los índices de pobreza y una mejora del bienestar general.

Esa es la fórmula ganadora. No permitamos que la jugada nos encuentre fuera de lugar. En este , Unicef invita al país con la mejor hinchada del mundo a alentar y apoyar a las niñas y adolescentes, a no dejarlas atrás.

Javier Álvarez Representante de Unicef en el Perú