En el Perú, la violencia sexual, los embarazos adolescentes y los matrimonios y uniones tempranas forzadas forman una tríada de tragedias que amenaza el presente y futuro de toda una generación. En el Día Internacional de la Niña –hoy conmemorado mundialmente por undécimo año– es urgente reconocer que esta realidad ha permanecido en las sombras durante demasiado tiempo, obligándonos a enfrentar una dolorosa verdad: nuestra sociedad se está deshumanizando y es hora de tomar medidas audaces para revertirlo.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) guían nuestros esfuerzos hacia un mundo mejor, pero las estadísticas actuales son desalentadoras. Solo el 12% de las metas a nivel mundial están encaminadas hacia su cumplimiento en el 2030, dejando a más de 630 millones de niñas y adolescentes en situaciones precarias en todo el mundo.
Los desafíos en igualdad de género (ODS 5) son evidentes para el Perú, en donde la violencia sexual tiene rostro de niña. En el 2022 se reportaron 27.362 casos de violencia sexual en los Centros de Emergencia Mujer (CEM); de ellos, el 72,61% afectó a personas menores de 17 años, lo que representa un aumento del 3% versus el año anterior. El 93% de estas víctimas eran niñas y adolescentes mujeres y, en lo que va del 2023, 55 niñas menores de 18 años son víctimas de violencia sexual diariamente. Esta atrocidad deja cicatrices físicas y emocionales profundas y duraderas. La normalización de esta violencia es un síntoma alarmante.
La violencia sexual se relaciona frecuentemente con los embarazos adolescentes, que afectan gravemente la salud y el bienestar de las niñas (ODS 3). Las consecuencias físicas y psicológicas de un embarazo temprano son devastadoras. El caso reciente de una niña de 13 años en Junín, quien falleció en pleno parto tras la negativa de su derecho a la interrupción del embarazo –acción legal desde hace casi 100 años–, evidencia que aún hay un fuerte trabajo pendiente. Cada día ocurren cuatro partos por niñas de entre los 10 y los 14 años, según el Minsa.
Los matrimonios y uniones tempranas son otra parte de esta tragedia silenciada. En la última década, Reniec registró 4.356 casos de matrimonios infantiles, 464 de ellos con niñas menores de 15 años. Muchas son forzadas a casarse con hombres adultos en una edad en la que deberían centrarse en su educación y en su desarrollo. Esto perpetúa un ciclo de dependencia económica y social atrapándolas en la pobreza y la violencia doméstica. En su mayoría, estos matrimonios son consentidos por sus familias debido a la falta de recursos y educación. Urge alzar la voz contra la violencia sexual, garantizar educación de calidad sobre salud sexual y reproductiva, y promover la igualdad de género desde una edad temprana; abordando también las causas subyacentes, como la pobreza, la falta de educación y la discriminación de género.
Para desafiar estas desigualdades, niñas alrededor del mundo están alzando su voz por sus derechos. Plan International lanzó un estudio mundial “Dando la vuelta al mundo”, que muestra que el 60% de niñas y adolescentes en América Latina y el Caribe ven la igualdad de género y la violencia de género como desafíos prioritarios. También señalan la pobreza y el cambio climático como preocupaciones importantes. Sin embargo, el estudio revela que una de cada cinco teme por su seguridad como agentes de cambio.
La lucha contra la violencia hacia las niñas es una cuestión de derechos humanos y justicia social. Debemos trabajar sinérgicamente: Estado, empresa y sociedad civil para poner a las niñas en el centro de nuestras decisiones, involucrando a la familia, incluyendo niños y varones como aliados clave para construir relaciones basadas en la confianza y respeto mutuo. Todas y todos, independientemente del género, deben tener igualdad de acceso y control sobre recursos y oportunidades, para disfrutar plenamente de los derechos que merecen.