El Diablo medieval es la manifestación sincrética de varias fuentes extracristianas.
El cuerpo cabruno, las pezuñas hendidas y la cola, todo esto lo heredó el Diablo del dios griego Pan y de los duendes germanos del bosque y de la cabra sagrada consagrada a Thor, que es el dios guerrero escandinavo. De Thor heredó también la barba roja y el mal olor, que a su vez, como se sabe, es atributo caprino. Además, tenía naturalmente cuernos, y, cosa curiosa, cojeaba, minusvalía que, según entiendo, se la endilgaron para rebajarlo.
El Diablo era generalmente negro y los sacrificios y ofrendas que se le tributaban debían ser también de ese color. Nicolás Remy, demonólogo importante del siglo XVI, manifiesta que la razón de la negrura diablesca es el antiquísimo parentesco del negro con el mal.
De acuerdo con el testimonio de algunas brujas, el diablo tenía dos penes. Otras aseguran que tenía tres. Cuando tenía dos, metía uno por la vagina y el otro por el ano en el recto; y cuando tenía tres, metía el tercero por la boca de la copulanda.
Los penes diabólicos eran serpentiformes, puntiagudos, sinuosos, flexibles y culebreaban. Estaban cubiertos de escamas y erizados de púas. Podían ser de naturaleza córnea y también carniférreos, esto es, semicarnosos y semiférreos a un tiempo.
Respecto al tamaño, los estimados varían. Algunas mujeres consideraban gigantesco el miembro luciferino, detallando que era ni más ni menos que como un brazo. Otras decían que el instrumento satánico era mas bien pequeño. Pero en lo que sí había concordancia era en el carácter gélido de la verga demoníaca. Los brujos decían que las vaginas de los súcubos eran también heladas.
Dicho sea de paso, súcubo es el demonio que tiene comercio carnal con un varón bajo la apariencia de mujer; y se dice íncubo del demonio que tiene comercio carnal con una mujer bajo la apariencia de varón.
El Diablo carecía de testículos y no producía semen. Sin embargo, eyaculaba en la copulación. El semen lo conseguía de varias maneras; por ejemplo, cuando en la unión coital era súcubo, o cuando aprovechaba el semen que desaprovechaban los masturbadores y los practicantes del coitus interruptus. Recogía igualmente el semen desperdiciado en las emisiones involuntarias nocturnas, mal llamadas “poluciones nocturnas”.
El coito con el Diablo era muy doloroso y casi todas las mujeres están de acuerdo al respecto. Sin embargo, pese al dolor, a veces inmenso, los acoplamientos con el Diablo no dejaban de producirse, lo cual resulta indicativo de que el dolor, antes que disuasivo, era aliciente.