Los peruanos sabemos perdonar a un político que nos miente. ¿Recuerdan cuando Vizcarra se vacunó en secreto y luego fue el congresista más votado? Otro caso es el de Castillo, quien hizo promesas de luchar contra la corrupción, pero incluso después de innumerables pruebas en su contra, solo un intento de golpe de Estado logró destituirlo.
Más desafiante que perdonar una mentira resulta tolerar el silencio durante una crisis. Ante el silencio, los peruanos asumiremos por defecto que se nos esconde algo. Así hemos terminado hablando de relojes por tres semanas.
Tuvieron que pasar 20 días antes de que Boluarte presentara su versión sobre el escándalo de los Rolex. Esa versión, además, fue dirigida a la fiscalía antes que a la población. Boluarte dijo que le prestaron los Rolex. Sin embargo, el hecho de no habernos comunicado esta explicación –una tan simple– de manera inmediata elimina casi cualquier posibilidad de que le creamos.
El manejo de este escándalo nos habla, a un nivel más profundo, de la ineptitud de este gobierno, evidenciando la falta de capacidad para enfrentar situaciones críticas y recuperar la confianza de la ciudadanía. Si Boluarte tiene tanta dificultad para defenderse de sus propios errores, ¿cómo podemos esperar que ejerza cualquier tipo de liderazgo sobre los tantos otros problemas que afronta el Perú?
La evidencia sugiere que la presidenta no tiene interés en la opinión pública sobre su gestión. Al fin y al cabo, ha logrado sobrevivir políticamente a pesar de ser la figura presidencial más impopular de los últimos años. A Boluarte solo parece importarle el soporte de los actores políticos en cuyas manos recae su supervivencia. A mi parecer, esto es un grave error. No responder a la ciudadanía (o dar respuestas tan tardías) podría costarle caro. Comprobará que intentar gobernar sin credibilidad, sin un ápice de apoyo popular, y con un apoyo legislativo frágil y circunstancial será una tarea difícil.
Sí, el Congreso le ha dado el voto de confianza al Gabinete Adrianzén, pero, si pensamos en el mediano plazo, a Boluarte todas las cartas le juegan en contra. Aunque actualmente se mantiene en el poder, su futuro hasta el 2026 es incierto, sobre todo si continúa actuando como si no fuera su deber rendirle cuentas a la población.
En un contexto donde los ciudadanos exigen transparencia y rendición de cuentas, los políticos peruanos se ven obligados a replantear sus estrategias de comunicación y acción política para reconstruir la confianza perdida. Es básico que aprendan rápido esta lección.