Giulio Valz-Gen

Cuando el habló en las urnas en el 2021, nos dijo, en simple, que quería un presidente de izquierda y un que le haga contrapeso.

Algunos sospechan hasta hoy que el Perú no dijo lo que dijo. Que hubo un supuesto fraude y que los 44.263 votos de diferencia entre y no existieron. Hasta ahora, nadie ha logrado probar el ilícito; por lo tanto, no existe.

Cuando el Perú habla, por Giulio Valz-Gen (ilustración: Giovanni Tazza)
Cuando el Perú habla, por Giulio Valz-Gen (ilustración: Giovanni Tazza)

Valoro la resistencia inicial de este Congreso a un presidente como Pedro Castillo. Hubo organización, acorde con lo que había dicho el país, y desde el Legislativo se bloquearon varias de las ideas trasnochadas del luego golpista y su comparsa corrupta (presuntamente, claro). Pero no existían los votos para vacarlo hasta que el señor se puso en bandeja revelando su verdadera identidad autoritaria, curiosamente (o no), similar a la de los orígenes del partido político de su adversaria electoral en el 2021.

El Perú transitaba un período sin rumbo, con un choque constante entre y , pero con algo de contrapeso entre ambos poderes; un equilibrio precario, pero equilibrio al fin y al cabo.

En ese contexto se dio un primer gran ‘entendimiento’ (de los que necesitan 87 votos) en el Congreso. La elección de seis magistrados del en mayo del 2022 y del un año después. La negociación política es necesaria, pero lo que marcaba esta primera era que la mediocridad (para abajo) y el anticaviarismo serían la norma. Las nuevas autoridades serían un reflejo del Congreso.

El país siguió pese a Castillo y lo que vimos luego de su caída marca otro gran hito reciente. Su y ministra hasta días antes del golpe decidió cambiar de equipo. Pactó con la hasta entonces oposición y abandonó a quienes votaron por su plancha. No es ilegal, pero sí sintomático de los valores políticos de unos y otros. Esto originó un estallido social que fue apagado con violencia y que es un capítulo no cerrado de nuestra historia.

La presidenta entró sin agenda ni capacidades y seguimos con rumbo hacia la nada. Su acuerdo fue solo para sobrevivir, no para gobernar. Entregó esa capacidad al Congreso del que es sumisa.

Al romperse el equilibrio precario, quedamos expuestos a la agenda y a los excesos de quienes manejan el Legislativo. Si bien sus decisiones están investidas de legalidad (aunque cada vez menos), responden a sus propios intereses y muchas veces a los de sectores ligados a lo informal y lo ilícito. De ahí sus mínimas aprobaciones.

Lo que el Perú dijo en las urnas en el 2021 parece no importarle a nadie hoy. No está prohibido cambiar de equipo, pero vaya que la hinchada lo nota. Los políticos se equivocan si piensan que todo esto pasará inadvertido. El Perú volverá a hablar y seguramente expresará sus reclamos a unos y otros cuando llegue el momento.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Giulio Valz-Gen Es socio de la consultora 50 + Uno