“Compadre, ¿quién soy yo? Papá. ¿Con quién estás? Con papá, pues”.

Los que tenemos ya algunos años recordamos a Adolfo Chuiman en “Risas y salsa” en su papel de Manolo haciéndole esas preguntas a su fiel ‘machucau’. Manolo se convirtió en el paladín de la criollada, del ‘sacavueltero’, del que cree que todo lo merece y lo puede, a través de la viveza.

Es verdad que dista mucho de tener el floro de los criollazos, pero de lo poco que se le conoce desde antes de ser presidente hay algunos ejemplos de ese perfil.

La paradigmática: su ya archifamosa . El objetivo: ganar más dinero como maestro, algo legítimo, pero delictivo si fue conseguido con trampa.

De la huelga del 2017 –en la que me tocó enfrentarlo– hay una anécdota muy conocida que raya en lo cómico. Cuando, marchando por las calles, uno de sus compinches le dice “tírate, tírate” y él obedece con una presteza de jugada bien ensayada. El objetivo: simular que la policía lo había golpeado para victimizarse.

La otra que recuerdo es, en cambio, grotesca: inventaron “un muerto por la represión” y salieron a marchar con el ataúd por las calles, diciendo que un huelguista había sido asesinado por la policía, la que, por cierto, venía haciendo hasta lo indecible para preservar la vida de todos. No pasaron muchas horas hasta que se descubrió que era un maestro fallecido en su casa, en la madrugada y por un infarto. Fue la hija la que desmintió la siniestra patraña.

La notoriedad que consiguió en esa huelga y, sobre todo, el hecho de haber llegado a la presidencia por casualidad parece en su caso haber reforzado la idea “del yo sé cómo la hago”, “del vale todo”, “del nada va a pasar”.

Eso sí, esa sensación de omnipotencia que les da el poder a muchos se combinó en su caso con una falta de carácter, inseguridad personal y facilidad para dejarse influenciar por los que buscaron rodearlo para fines oscuros. Y al parecer, no fue difícil convencerlo.

Por cierto, muchos de sus ministros encajan en el perfil descrito para Castillo. A , el fugaz ministro de Desarrollo Agrario, amiguísimo del presidente, además de carecer completamente de experiencia o formación para el cargo, se le habían pasado “algunas cositas” en su hoja de vida; entre ellas, una serie de investigaciones penales y una estadía en San Jorge. Su explicación refuerza el parecido: “es que me dieron solamente 20 minutos para llenarla y olvidé incluirlo”.

Otro: el exministro diciendo en el Congreso, con cara de lagarto, que no conoce a , el mismo que le dio como un pequeño anticipo de todo lo que vendría después.

Más: Bruno Pacheco preguntado por Zamir sobre si Castillo sabía de unos dineros turbios que llegaban de Silva. Él le contesta: “sí sabe, pero se hace el huevón”.

No fue casual tampoco que Castillo sintonizase tan rápidamente con su ahora exministro de Salud, el inolvidable Hernán Condori, quien, entre otras perlas, publicitaba sin ser siquiera obstetra un método de despistaje del cáncer de cuello uterino en un minuto. “ y sabe dónde está la necesidad”, decía Castillo para justificar su permanencia en el cargo.

Con tantos otros personajes similares en su entorno parece que, cual imán, Pedro Castillo atrae a personas así; y, a su vez, él las defiende hasta lo último, por una evidente afinidad.

Pero a pesar de esas compañías, en realidad, Castillo siempre estuvo solo. Lo necesitaban y lo usarán mientras les sirva.

Ninguno de ellos estará dispuesto a inmolarse por él. Los que aún lo protegen, lo hacen porque piensan que todavía les es útil para seguir medrando de la mamadera del Estado o, simplemente, para seguir delinquiendo.

Pero eso, debiera saberlo, se va a ir acabando.

¿Por qué Zamir Villaverde apenas ingresado a prisión preventiva se apura en empezar a contar la verdad? Pues porque, ya ranqueado como está en el mundo del delito, sabe que los colaboradores eficaces solo sirven si cumplen con dos requisitos: documentar suficientemente sus afirmaciones y tener algo nuevo para decir.

Y lo segundo puede empezar a agotarse.

¿Qué de nuevo pueden aportar, por ejemplo, Silva y Pacheco que los aleje de una prisión que podría llegar hasta los 35 años? Probablemente, solo uno de ellos consiga cantar a tiempo, porque también en esto toda repetición es una ofensa.

Y no es el único caso. Lo de Petro-Perú no es poca cosa y el investigado Hugo Chávez sabe que contar lo que conoce sobre Castillo le podría servir. Y así podríamos seguir.

Pedro Castillo no entendió que, en las organizaciones criminales de este tipo, la ‘omertà’ solo funciona mientras convenga. Acá no hay lealtades partidarias del viejo tipo o fuertes lazos familiares que acompañen al “negocio”. Así, mantendrán la “lealtad” mientras crean que su poder puede serles útil para evadir a la justicia e irá declinando al ritmo de la urgencia de hablar antes que el otro.

Carlos Basombrío Iglesias es analista político y experto en temas de seguridad