Irma Montes Patiño

Para el Nobel de Economía Amartya Sen (1998), el desarrollo sostenible amplía opciones y mejora la calidad de vida. Antes, este mismo concepto fue expresado por la política, ecologista keniana y Nobel de la Paz (2004) Wangari Maathai: “La amistad entre naciones es un jardín que necesita cuidado; solo a través de la cooperación y el entendimiento mutuo puede florecer y dar frutos”.

La es clave para “cuidar” conjuntamente ese jardín y abordar los desafíos actuales promoviendo la cooperación entre las naciones teniendo como meta el desarrollo sostenible. En estos días que el Perú participa en la COP 28 de Dubái (Conferencia de las Partes de los Países Firmantes de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático), el enfoque de la diplomacia verde debe ser abrazado por los representantes de nuestro país.

En el 2019, esta propuesta europea desplegó, quizá sin querer, la diplomacia verde. La Unión Europea, pionera en inquietudes ambientales, firmó el Pacto Verde Europeo, una epifanía que redefine las relaciones internacionales, poniendo a la diplomacia verde en el epicentro de la búsqueda del desarrollo sostenible.

En el 2021, China anunció que sería carbono neutral antes del 2060, pero Europa y Estados Unidos no dejarán que les ganen la carrera. Beijing quiere liderar el mundo resolviendo los problemas ambientales globales. Estados Unidos no se quedará atrás. La designación de Gina McCarthy y John Kerry evidencia un enfoque integral, abordando tanto en las cuestiones ambientales internas como externas. Y ya Estados Unidos y Europa buscan la neutralidad climática para el 2050.

Según el exsenador estadounidense John Kerry, hoy representante climático internacional, si los problemas ambientales siguen, “la gente luchará por un lugar en el que la vida sea posible”. Kerry ha reactivado a su país como líder de la diplomacia climática.

A pesar de los desafíos actuales, como la guerra ruso-ucraniana y el ataque terrorista de Hamas a Israel en Medio Oriente, la diplomacia verde debe seguir fortaleciéndose. China compite pacífica y pausadamente con miras a un posible cambio en la dinámica del poder global; buscando ocupar el sitial hegemónico estadounidense. Estos asuntos ocupan a los analistas e internacionalistas, pero los expertos deben ampliar su rango de óptica, pues es insoslayable, por ejemplo, que en el conflicto Hamas/palestino-israelí, además del antisemitismo y los intentos expansionistas del islamismo, subyace una lucha por conquistar las abundantes fuentes de agua dulce de Israel.

Las relaciones internacionales evolucionan y la paz depende, ahora más que nunca, de avanzar hacia el desarrollo sostenible global. La diplomacia verde como el corazón contemporáneo de estas relaciones juega un papel central en la preservación del planeta y la paz.

El comercio internacional, desde la perspectiva de la sostenibilidad, debe convertirse en una plataforma para la equidad y la preservación ambiental. Las prácticas comerciales sostenibles son los cimientos sobre los que construimos economías robustas sin sacrificar nuestro hogar terrenal. Ante la urgencia de mitigar el cambio climático y sus consecuencias, la diplomacia se compromete con la sostenibilidad.

Las naciones entrelazan sus destinos, y la diplomacia verde es un puente hacia un futuro de energías renovables, conservación de la biodiversidad, tecnologías limpias y un ambiente saludable para las actuales y futuras generaciones.

Dag Hammarskjöld, segundo secretario general de las Naciones Unidas y Nobel de la Paz (póstumo), desarrolló la diplomacia silenciosa y de gestión pacífica de conflictos. Hoy vería en la diplomacia verde la vanguardia de esa prevención de los conflictos, tejiendo una red de cooperación y entendimiento.

Irma Montes Patiño es Licenciada en relaciones internacionales, George Washington University

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