Después de la lluvia de bulos electorales y cripto-esoterismo que inundó nuestro ecosistema político durante los últimos 50 días, viene bien dejar las distracciones y darnos un baño de la realidad que tenemos en frente. Una recomendación que aplica tanto a quienes observamos la política como a quienes son protagonistas de ella.
Así, por ejemplo, el presidente electo Pedro Castillo podrá soñar mucho con la idea de una asamblea constituyente, pero la mayoría de peruanos no. Las recientes encuestas de Ipsos e IEP muestran que la opción ciudadana predilecta es la de conservar la actual Carta Magna pero con mejoras. Insistir en el proyecto constituyente solo dilapidaría el capital político de Castillo, en las calles y en el hemiciclo donde tampoco cuenta con los votos de respaldo. Cualquier desvío constitucional, además, podría terminar acortando su viaje presidencial.
Y ya que hablamos del Poder Legislativo, Perú Libre haría bien en abrir los ojos y darse cuenta de que no tendrá la mayoría suficiente para dirigirlo. La lista que integra para la Mesa Directiva del Parlamento –al lado de Juntos por el Perú, Somos Perú y el Partido Morado– se quedará corta en su intento. Una lección para el partido del lápiz que minó sus pretensiones cuando intentó encabezar la postulación, alejando a las bancadas de Acción Popular y Alianza para el Progreso. La voluntad popular no se decantó por opciones de izquierda en el Congreso, así que, si Pedro Castillo aspira a lograr cierto nivel de gobernabilidad, tendrá que moderar sus aspiraciones y aceptar mayores compromisos. De lo contrario, podría revisar una imagen bastante nítida de su futuro en el espejo retrovisor del último quinquenio.
Por cierto, si bien la figura extremista de Vladimir Cerrón, líder de Perú Libre, es una que puede dinamitar cualquier puente hacia la prudencia para Pedro Castillo, es utópico esperar que el segundo “deslinde” prontamente del primero. Más allá del nivel de afinidad y cercanía ideológica que pueda haber entre ambos, es bastante claro que Cerrón maneja el partido que llevó a Castillo al sillón presidencial y que un número importante de legisladores le responden más a él que al próximo jefe del Estado. Mientras Castillo no afirme un liderazgo propio, reforzado con alianzas con otras organizaciones políticas, es improbable que el profesor se divorcie de su socio político apenas celebradas las nupcias.
Y, a menos de dos días de que se ciña la banda presidencial, el señor Castillo necesita no solo un ‘shot’ de realidad, sino un vaso lleno y con yapa. Una buena dosis que le haga notar que la crisis de salud y económica que vive el país requiere de acciones rápidas y claras. Esto pasa por anunciar, de una buena vez, a los integrantes de su próximo Gabinete Ministerial, sobre todo en carteras claves, que requieren de personas con más experiencia que ideología. Gente que sepa que los incrementos de precios de los productos y, consecuentemente, del costo de la vida de los peruanos no es obra de un malévolo culto de empresarios nacionales y extranjeros de todos los sectores, sino el resultado de la incertidumbre económica que produce desconfianza, desinversión y devaluación de la moneda. Si quiere combatir verdaderamente a la pobreza y a la corrupción, necesita menos amigotes y más personas con vocación de servicio, capacidad técnica y bien remuneradas –sino recuerden el éxodo de funcionarios ocasionado por la demagogia de Alan García en el 2006– que puedan desarrollar políticas de Estado concretas y ser capaces de ejecutarlas.
En fin, podemos elegir si nos vacunamos con un poco de realidad o seguimos viviendo las alucinaciones propias de una contienda política que parece haber durado cinco años.
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