Uno de los objetivos del pedido de facultades legislativas del Gobierno, según ha declarado el ministro de Economía, José Arista, a la Comisión de Constitución del Congreso, sería el de introducir “mejoras” al sistema financiero. ¿Qué tipo de mejoras? No lo sabemos. Pero que él mismo se haya referido hace un par de semanas a la concentración bancaria nos hace pensar que incluirán alguna medida para aumentar, supuestamente, la competencia.
Es un error común, aun entre economistas, identificar la concentración con la falta de competencia, sea en el mercado bancario o en cualquier otro. La concentración no es una estructura rígida e invariable, preestablecida por un acuerdo expreso o tácito entre los bancos más grandes; es, más bien, el resultado de la competencia. Que más del 80% de los depósitos se concentre en cuatro bancos y que los mismos cuatro otorguen más del 80% de los préstamos es consecuencia de que esos bancos han sido capaces de llegar a más clientes con mejores tasas. Pero eso, naturalmente, puede cambiar de un momento a otro. La mayoría de clientes está dispuesta a cambiar de banco si hay otro que le paga más por sus depósitos o le presta la plata a una tasa más baja. Si quieren mantener su participación de mercado, como, de hecho, la han mantenido en los últimos diez años, los bancos más grandes tienen que alinear sus tasas a las que sus competidores ofrecen.
Mantener esa posición tampoco es gratis. En los últimos diez años esos cuatro bancos han invertido o reinvertido S/35 mil millones. Para poder dar más préstamos y captar más depósitos, un banco necesita aumentar su capital (o su patrimonio, para ser exactos). Si otros bancos querían disputar los primeros lugares y reducir la concentración, tenían que poner más capital. Nadie se lo impedía. Y, sin embargo, su capital aumentó, en conjunto, apenas en S/8 mil millones.
La mayor prueba de que el sistema es competitivo está en el crecimiento de las colocaciones, que en tan solo diez años se han multiplicado por seis. A quienes más ha beneficiado esa competencia es a las pequeñas y medianas empresas, que son las principales usuarias del ‘factoring’ (o descuento de facturas), que se ha multiplicado por diez.
Debe de haber, sin duda, cosas que mejorar en el sistema financiero. Pero una reducción forzada de la concentración bancaria no es una de ellas.