Maite  Vizcarra

Hay pocas cosas en las que los concuerdan. Una de ellas es la idea de que el crecimiento económico proviene de la acumulación de conocimiento, por la que Paul Romer recibió en el 2018 el Premio Nobel de Economía. La otra es que las economías ricas o son tecnológicamente avanzadas o tienen muchos recursos naturales innovados.

Durante la última campaña electoral, el candidato Pedro Castillo se hizo popular con el lema “no más pobres en un país rico”, aludiendo parcialmente a lo antes dicho. Ciertamente, uno puede pensar que el es un país “rico” por sus recursos naturales, pero esa es una visión complaciente si confrontamos la realidad con los resultados. Y es que no basta con los recursos naturales cuando estos no han sido innovados y convertidos en una oferta exportable sofisticada y diversa.

Este enfoque propuesto por el profesor Ricardo Hausmann es relevante porque nos confronta con el desafío de tener una producción de bienes y servicios innovados gracias a la aplicación del conocimiento. ¿Pero cómo ganan y absorben conocimiento los países?

Una respuesta a esta pregunta la encontramos en la noción de tecnologías de ciclos cortos y ciclos largos. Por ejemplo, el techo económico del Perú nos dice que hoy estamos en una posición estructural que requiere de saltos “largos”. Es decir, de tratar de desarrollar actividades que no estén íntimamente relacionadas con las que ya venimos realizando. Estos saltos largos son ciertamente más riesgosos, pero también son una necesidad que en el Perú muchos entienden cuando, por ejemplo, se habla de la imperiosa necesidad de retomar las políticas de diversidad productiva.

¿Pero cómo estimular estos saltos largos? Una propuesta estratégica que propone el economista coreano Keun Lee es estar atentos a las tecnologías de ciclo corto. Estas son tecnologías donde el tiempo de investigación y desarrollo –la I+D siempre es más cara– es más acotado. Las tecnologías de ciclo corto tienden a ser “nuevas” y están íntimamente vinculadas con la adaptación de tecnologías en base a la innovación.

Hoy en día la inteligencia artificial es una tecnología emergente de ciclo “corto” que muchos países están empezando a adaptar para seguir asegurando su crecimiento.

Pero, además de tener presentes las tecnologías y sus ciclos, otro elemento crucial para propiciar la innovación en nuestra economía es contar con una democracia sana y rozagante. ¿Por qué la buena salud de la democracia es esencial para la innovación en la frontera tecnológica?

En primer lugar, porque en un sistema político más democrático los intereses creados tienen menos influencia sobre la administración pública y es más difícil corromper al poder político. Cuando hay menos corrupción, existe más innovación. Una menor corrupción facilita la entrada en el mercado de nuevas empresas y tecnologías.

Pero, además, la innovación necesita de más libertades civiles que son el caldo de cultivo de nuevas ideas. Y eso solo se consigue viviendo en medio de una democracia sana. Hoy más que antes la innovación necesita de la democracia en el Perú para dar el salto y no morir en el intento, porque vivir en democracia no solo es un tema principista, sino funcional, al menos para los que desean innovar productivamente.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Maite Vizcarra es Tecnóloga, @Techtulia

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