Mario Saldaña

No es la primera vez que califica al como una “”. Es un compartimento del que nos costará salir.

Si bien los esquemas híbridos, según el ránking del semanario, se caracterizan por evidenciar rasgos autoritarios en comparación con el ‘benchmark’ de “democracia plena”, no estamos ante el único –y principal– factor. La falta de instituciones y la capacidad de ejercer sin límites los derechos civiles son otros elementos que pesan.

Lo he dicho aquí mismo. Se ha iniciado un proceso de transformación progresiva del concepto clásico de democracia, tal y como la estudiamos, aprendimos, aplicamos y por la que luchamos, a partir de diferentes experiencias del hemisferio occidental, acicateado por los límites y retos que ciudadanos –y opinión pública– expresan en torno de los conceptos tradicionales.

La implosión de las redes sociales (con todo lo bueno y malo que ellas traen, especialmente los nuevos ecosistemas de ‘fake news’), la pandemia del COVID-19 y sus secuelas, la irrupción de la inteligencia artificial, la religiosidad y etnicidad, la continuidad de las guerras, pero, sobre todo, la insatisfacción de necesidades básicas entre la población, están transformando lentamente los esquemas políticos típicos para regular la convivencia. Ya habrá momento y espacio para regresar sobre esto.

Pero, volviendo al Perú, sobre la carta de renuncia a la del señor diríamos que, a su modo, también es un monumento a la hibridez. Al “sí, pero no”. Al “renuncio, pero no por lo que tú crees”.

Porque lo que nadie entiende es que, justificando su paso al costado en los dichos del filósofo , en un contexto en el que todos los referidos o niegan su versión o piden corroboración, un miembro de la entidad que suspendió a la señora Patricia Benavides –ex fiscal de la Nación– por esos mismos dichos diga adiós para no afectar a la institución, cuyos integrantes, dicho sea de paso, corren el riesgo de ser destituidos por el Congreso.

La renuncia “híbrida” de Ávila, más bien, se acerca a una suerte de control de daños promovido por el resto de los integrantes de la JNJ para evitar ser empujados más cerca de la cornisa. Alguien, seguramente, le debe haber dicho: “Henry, salta rápido del bote para no hundirnos todos”. Y, a renglón seguido, trajo un escribano de Azángaro para que redactara el monumento antes citado.

Mario Saldaña C. es periodista

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