Para el bienestar (y la tranquilidad) de muchos, por segundo mes consecutivo la economía peruana nos dio buenas nuevas: la producción nacional registró en febrero su mayor nivel de crecimiento en los últimos 20 meses –desde junio del 2022–, tras anotar una expansión de 2,85%, y se situó por encima del estimado que mantenía el consenso de analistas consultado por Bloomberg Economics (2,1%), lo que sorprendió a una cantidad importante de agentes económicos locales e internacionales.
Esta es, señores, una buena noticia. Pero, como todo en la vida, hay contextos que son imprescindibles de considerar. Quizás un dato clave dentro de esta historia es que el resultado de febrero de este año tiene mucho que ver con un “efecto base” que juega a su favor: mientras que el mencionado período fue ‘business as usual’, febrero del 2023 fue todo lo contrario.
Recordemos que hace más de un año el país se vio envuelto en conflictos sociales y políticos tras la asunción de la presidenta Dina Boluarte –luego de que Pedro Castillo intentara perpetrar un golpe de Estado–; conflictos que arrastraron consigo una serie de protestas, bloqueos en carreteras y muchas actividades (y hasta ciudades) casi paralizadas. Un mal manejo de la situación en los distintos puntos del Perú solo hizo que las tensiones aumentaran y, por consiguiente, que el caos se prolongara, lo que llevó a que se registraran peores resultados económicos de lo que los analistas podían anticipar. Además, diversas zonas del país como la costa y el centro norte empezaron a sufrir el choque de eventos climáticos como El Niño costero y el fenómeno de El Niño, que afectaron sectores importantes como la pesca y el agro a lo largo del año pasado (y que mantienen ligeros estragos a la fecha).
También hubo una ficha importante que jugó a favor de este último mes de febrero, y que hizo que fuera un mes no del todo típico: al ser año bisiesto, el mundo tuvo un día útil adicional en el calendario y, en el caso del Perú, este día aportó a un mejor desempeño general de la economía. Pero incluso con estos puntos sobre las íes, lo concretado en febrero no es poca cosa. Si vemos el dato de crecimiento económico desestacionalizado en febrero (un dato fidedigno para medir la tendencia que sigue la economía mes a mes), este se situó en 1,19%, lo que permite ver un avance que se mantiene en lo poquito que va del 2024. Al mismo tiempo, las expectativas empresariales en el país han ido mejorando en los últimos meses, mientras que la inflación se mantiene controlada y no aparecen nuevos nubarrones que generen mayor preocupación (más allá de las crisis políticas a las que ya estamos acostumbrados).
Las incógnitas, entonces, vuelven a aparecer: ¿esta tendencia podría mantenerse o podría incluso mejorar? ¿Qué veremos en los siguientes meses? Al no ser economista, tomo prestado para esta columna el optimismo que demostró el presidente del BCR, Julio Velarde, en la presentación del reporte de inflación de marzo: la proyección para la economía peruana mantiene un sesgo al alza, y la mayoría de los agentes espera que el segundo semestre refleje aún mejores resultados para cerrar el año con un crecimiento por encima del 2,5% (el 3% del BCR y el MEF es aún muy optimista para el mercado). Nada está escrito en piedra, pero vamos por buen camino.