La educación empodera. Sin embargo, 130 millones de niñas en el mundo no tienen acceso a ella, según la activista en educación y derechos humanos Malala Yousafzai.
Quien a los diecisiete años se convirtió en la ganadora más joven de la historia del premio Nobel de la Paz, se acaba de graduar de filosofía, política y economía por la Universidad de Oxford, Inglaterra. En una conversación virtual con la plataforma de contenidos TED el 8 de julio, reflexionó, entre otros temas, sobre dónde está el mundo durante la crisis del COVID-19 y por qué la defensa de la educación de las niñas no debe ceder durante la pandemia.
Malala explicó que una investigación realizada por la fundación que lleva su nombre estima que veinte millones de niñas en países en desarrollo están en riesgo de perder su educación debido a la pandemia. Y, lo que es peor, de nunca volver a las aulas. Esto porque, ante la emergencia, muchos padres optarán por casarlas a una edad muy temprana, o porque deberán salir a trabajar para apoyar económicamente a sus familias.
“No podemos olvidarnos de invertir en las niñas, invertir en el empoderamiento de la mujer. Es momento de que presionemos a los gobiernos para que las autoridades responsables no se olviden de las niñas cuando elaboran políticas públicas y cuando toman decisiones sobre el futuro. Necesitamos que se comprometan a elaborar información desagregada por género”, aseveró.
El Perú, como sabemos, inició el año escolar a distancia en abril, tres semanas después de lo usual debido a la pandemia. Las clases se ofrecen desde una página web y a través de cadenas de radio y televisión. Pero la respuesta estatal Aprendo en casa dejó forzosamente fuera a cientos de miles de alumnos que no tienen acceso a Internet o que incluso carecen de electricidad para poder escuchar la radio.
Para cerrar esta brecha, el 18 de abril el presidente Martín Vizcarra anunció la compra de casi un millón de tabletas para estudiantes de zonas rurales y urbanas vulnerables y para más de noventa mil maestros. Pero la semana pasada supimos que la compra se frustró porque, entre otras irregularidades, el proveedor contratado habría falsificado documentos para aparentar un supuesto vínculo comercial con la firma china Lenovo, fabricante de los equipos. El monto que el Ministerio de Educación destinaría para esta compra ascendía a 265 millones de dólares. Sencillamente inaceptable.
La Defensoría del Pueblo calcula que la cancelación del contrato de compra de las tabletas afecta a estudiantes de 27.837 escuelas públicas. Además, que en algunas provincias de Huánuco cerca del 30% de escolares no tiene acceso a los contenidos, y lo mismo sucede con siete mil estudiantes en Pasco.
Sin embargo, en su mensaje por Fiestas Patrias, el presidente sostuvo que “el 96% de las familias peruanas han reportado que sus hijos acceden a Aprendo en casa”. La cifra llama la atención considerando que no hay información sobre deserción escolar producida por dificultades para acceder a la educación virtual en las actuales circunstancias.
En junio, la Unesco publicó su “Informe de seguimiento de la educación en el mundo 2020: Inclusión y educación- Todos significa todos”. En él señala que la mitad de los países de bajos ingresos recurrieron a dar clases en línea a los estudiantes de primaria y secundaria, pero solo el 12% de los hogares en los países menos desarrollados tiene conexión a Internet.
“Repensar el futuro de la educación es tanto más importante tras la pandemia del COVID-19, que exacerbó y puso de relieve las desigualdades. Si no se actúa, se obstaculizará el progreso de las sociedades”, dijo entonces la directora general de dicho organismo, Audrey Azoulay.
El director del informe, Manos Antoninis, fue más contundente: “Existe una tensión evidente entre enseñar a todos los niños bajo el mismo techo y crear un entorno en el que los estudiantes aprendan óptimamente. Pero, si el COVID-19 nos enseñó algo, es que la falta de acción no es una opción; hay margen para hacer las cosas de manera diferente si nos lo proponemos”.
Y nosotros, ¿por dónde empezamos?