Por un instante, al vernos como anfitriones de tantos líderes mundiales, sentí un pequeño tirón de orgullo por mi país, una emoción ajena en estos tiempos. Fugaz, apenas un destello que no llegó a asentarse. La imagen que proyectamos al mundo, llena de posibilidades, contrasta con la realidad que conocemos: atrapados en liderazgos efímeros y promesas truncas.
Proyectamos al exterior una imagen bien pulida, sin llegar a ser envidiable. Nuestros vecinos observan el puerto de Chancay y susurran sobre la ventaja estratégica que este ‘hub’ podría ofrecerle al Perú. Un país de potencial geopolítico, tierra de oportunidades. Para quienes miramos desde adentro, ese retrato se disuelve rápido. El optimismo que alguna vez nos impulsó ha sido reemplazado por un descontento cada vez más evidente.
Mientras nuestros gobernantes ensayan discursos vanidosos frente a líderes mundiales, madres trabajadoras han tenido que dejar a sus hijos pequeños solos en casa para que “asistan” a clases virtuales desde un celular, como si el acceso a Internet y dispositivos fuera una realidad para todos. Este no es el Perú de las promesas; es el Perú de la improvisación y del olvido hacia quienes deberían ser prioridad. Tan alineado con grandes promesas de futuro, pero tan distante de la realidad.
Y, aun así, nos aferramos a una idea: el potencial. En APEC CEO Summit 2024 se habló de las ventajas geopolíticas del Perú, de nuestras infinitas posibilidades. No puedo evitar asentir en silencio, porque sé que es verdad. Hay algo en este país, una ventana por la que se cuela una luz de esperanza al atisbar ese potencial que sabemos que tenemos. Pero esa luz es frágil. Hoy, a pesar de los escenarios y la retórica, sabemos que esa llama de optimismo está casi apagada. Un pueblo sin optimismo es un pueblo sin futuro y eso, quizá, es lo que nuestros líderes no comprenden.
APEC nos ha dado acceso a oportunidades, abriéndonos puertas a mercados y socios estratégicos. La presencia del Perú en APEC tiene su historia, que se remonta a 1998, cuando Alberto Fujimori nos colocó en este foro internacional. ‘Credit where credit is due’, como dicen los estadounidenses: fue él quien nos abrió esta puerta. Sí, también es cierto que dejó el país en circunstancias controvertidas durante una cumbre de APEC, con un eco irónico y difícil de olvidar. Pero ese legado –el de abrirnos al mundo– queda.
El lunes, cuando los invitados de honor ya no estén, quedaremos los peruanos, con nuestra realidad en silencio. Con la certeza de que somos nosotros a quienes nuestros líderes deben rendir cuentas. Y con la misma frustrante claridad de que no lo harán.