A la memoria de Arturo Salazar Larraín.
Así como dejamos de valorar la salud y la vida hasta que las perdemos, también dejamos de valorar las libertades y la democracia hasta que finalmente las perdemos.
Y ya sabemos lo que pasa cuando dejamos de valorar el gasto y el tesoro públicos. Sencillamente los perdemos en déficit fiscal e hiperinflación.
PARA SUSCRIPTORES: No es el Estado, es la estrategia; por Carlos Ganoza Durant
Recordémoslo bien.
Este es el drama recurrente de todas las naciones que viven la frustrante tarea de pretender, angustiosamente, recuperar en días lo perdido en años. El drama incluso de llegar a esa tarea demasiado tarde, como llega América Latina con sus sistemas sanitarios colapsados frente al COVID-19.
Otro distinto y superior sería el panorama si sociedades, estados y gobiernos valorasen mucho más el potencial de sus controles democráticos sobre el ejercicio del poder, desde una invisible alcaldía hasta un gobierno central, pasando por los burocratizados mecanismos estatales de gestión, compras y concesiones.
Si se montasen procesos ágiles y eficientes de control de daño preventivo, concurrente y de retaguardia, sobre las grandes tuercas y los grandes tornillos de la administración pública, no necesitaríamos de cruzadas anticorrupción ostentosas e inútiles. Simplemente de un nuevo modelo de compromiso de ministros y funcionarios que no sea aquel de impunidad con el que estos se limpian los pies.
El superpoder fiscalizador de la contraloría no puede ser menos que el superpoder recaudador de la Sunat. Es preciso que la rendición de cuentas vaya al milímetro detrás de los ingresos del Estado.
En este contexto de los controles, de tanto ser enunciada y reivindicada en constituciones nacionales y declaraciones internacionales y de tanto ser llevada y traída en plataformas políticas y electorales, como oferta de feria, la defensa de la salud y la vida ha terminado por empobrecerse y envilecerse cada vez más.
No culpemos al COVID-19 ni a ninguna otra pandemia de esta desgracia.
Hace mucho tiempo que la defensa de la salud y la vida, más allá de la buena ciencia y la buena práctica médica, más allá de las innovadoras y competentes políticas sanitarias, es más un valor numérico en el mercado que un valor de servicio honesto y satisfactorio en la sociedad.
Es una vergüenza que la salud y la vida se hayan convertido en el Perú en factores de negociación público-privada de intereses y bajo la amenaza de expropiación de las clínicas particulares por el Estado. En defensa de la salud y la vida no puede admitirse ninguna tiranía: ni la mercantilista ni la estatal, ni la que quiere hacer con ellas solo un negocio ni la que quiere convertirlas en un botín político.
Toda defensa de la salud y la vida será menos cínica y más creíble en la medida que sus controles sean eficaces y transparentes. Toda defensa de las libertades y la democracia caerá en el vacío sin equilibrio y control de poderes. Bastará la sola pretensión hegemónica de un poder sobre los demás para poner en riesgo el sistema institucional. Toda defensa del gasto y tesoro públicos carente de controles será la ruina perfecta.
Por último, el fallecimiento del prestigioso periodista Arturo Salazar Larraín y la denuncia de hackeo de la web del diario “Expreso”, encienden dos focos de alerta en defensa de la libertad de expresión y del periodismo independiente. La larga y noble trayectoria de Salazar Larraín nos recuerda lo que en esencia distingue al periodismo de cualquier actividad que se le parezca: su control sin tregua del poder. Él sabía que la prensa crítica es y será siempre el mejor termómetro de una democracia saludable. Lamentablemente, por ahora el grado de intolerancia del Gobierno con la prensa y otros frentes invita a vivir más en guardia que en confianza.
La democracia sin contrapeso de poderes y controles termina anulándose a sí misma como el periodismo sin control sobre el poder pierde su razón de ser.