Estamos en el año 2039, ¿cómo se imagina usted que es el Perú? ¿Se imagina cómo será su propia vida? ¿Habrá aún personas sirviéndonos el cafecito en las cafeterías o ayudándonos a llenar el tanque de combustible en los grifos? ¿O quien nos provea del café y de la carga de energía para nuestros autos eléctricos será un robot? ¿Será que podremos sostener una charla profunda con ese eventual robot? Solo como dato, la velocidad con la que hoy se está desplegando el muy popular ChatGPT prevé que, para finales del 2025, su ‘software’ conversacional podrá entablar charlas profundas con sus usuarios. Porque, como nunca, el futuro se escribe hoy.
En un país donde los sucesos se producen de manera tan inorgánica como consecuencia de una ausencia de predictibilidad en la toma de decisiones a nivel público, pareciera que la capacidad de futurizar o imaginar el futuro es cuasi inútil. ¿Para qué imaginar los futuros si todo se puede echar a perder vía una invocación de permanente incapacidad moral en contra del gobernante de turno?
Y, sin embargo, la necesidad de adelantarse a situaciones no deseadas es uno de los mandatos globales que desde hace dos años se ha empezado a demandar para el Parlamento. ¿Será posible hablar de futuro y prospectiva en el Congreso en el 2026? ¿Existirán parlamentarios en el 2039 o serán inteligencias artificiales las que nos ayudarán a crear nuestras propias iniciativas legislativas? Todo es posible. Y el mandato parlamentario de futurizar es un imperativo que tendríamos que solicitar a quienes se vayan a presentar en las elecciones. Total, ya existen al menos dos países en la región que han establecido Comisiones Parlamentarias de Futuro, Chile y Uruguay, lo que evidencia la urgencia de adelantarse a situaciones que parecen inmanejables: una pandemia, la ausencia de trabajo a consecuencia de la IA, el cibercrimen, la falta de fuentes de agua y energía, etc.
Pese a todo, también podría uno preguntarse si de verdad necesitamos más comisiones. Bueno, si consideramos que el futuro tiene esta manía peculiar de llegar sin avisar, entonces la respuesta es un rotundo sí. Las habilidades anticipatorias (prospectivas) son esenciales para cualquier sociedad que no quiera quedar atrapada en los vaivenes de la incertidumbre. Incluyendo al Perú.
Promover este tipo de comisiones parlamentarias puede ser el mejor modo de exigir un mejor nivel en la calidad de quienes nos vayan a representar, dado que las capacidades de prospección requieren algo más de sofisticación que las meras promesas sexis.
Pensar en el futuro es, pues, una labor que se demanda actualmente ya no solo en el ámbito de los tecnólogos, sino también como política pública que la Unesco impulsa a través de la implementación de estas comisiones y de manera global a través de un Día Mundial del Futuro, el 2 de diciembre, desde el 2022.
Promover el futuro no es solo una tendencia; es una necesidad. Las comisiones parlamentarias dedicadas al futuro son herramientas esenciales para preparar a nuestras sociedades y mejorar nuestras habilidades anticipatorias, dentro y fuera de los congresos. Y si la Unesco ha decidido que el futuro merece su propio día, tal vez sea hora de que pronto tengamos parlamentarios haciendo futuro o, mejor aún, dibujándolo junto con la ciudadanía. Así que la próxima vez que usted se encuentre pensando en lo que vendrá, recuerde buscar candidatos al Congreso que hablen del futuro y planteen medidas al respecto. Porque el futuro no se espera, se prepara.