Sabemos ahora, por dos documentadas y sabrosas crónicas (publicadas en Caretas y El Comercio, esta última de Fernando Vivas), que Vicente Zeballos fue un presidente del Consejo de Ministros accidental.
El cargo se le había ofrecido inicialmente a Pedro Cateriano y hubo que cambiar precipitadamente de planes. Quizás ello ayude a entender la precariedad de ese Gabinete, a todas luces uno de Vizcarra, que sufrió hasta 10 cambios en menos de diez meses. Otros dos ministros fueron salvados por el estallido de la pandemia cuando parecían al filo de la sartén: Energía y Minas, y Agricultura. El segundo se queda, pese a tener cuestionamientos mayores a los que precipitaron la salida de varios de sus colegas.
PARA SUSCRIPTORES: La cuestión de Cateriano, una crónica de Fernando Vivas
No sabemos si en las conversaciones que hubo a lo largo de estos meses entre el presidente y su ahora primer ministro se hablaba ya de un nuevo Gabinete, pero suena lógico que Cateriano haya barajado en su fuero interno muchos nombres para algo que, sospechaba, se iba a concretar. Esto ayuda a entender por qué por primera vez no estamos ante un Gabinete de Vizcarra, sino ante uno de Cateriano. Cabe preguntarse, ¿cómo va a funcionar en este nuevo escenario la relación del primer ministro con un presidente demasiado acostumbrado a no consultar sus decisiones, a veces incluso sorprendiendo a sus propios ministros?
En términos generales, este es un Gabinete mejor que el anterior. Hay gente más experimentada y más política. No habrá tanta desconfianza hacia la empresa privada. Supera en talla a un Congreso alicaído por las barbaridades que perpetra y que, le guste o no, en los próximos días aprobará su investidura.
¿Grandes mejoras en gestión? No habría que esperarlas. Principalmente, porque ello no depende de un cambio de ministro, sino de reformas que con el Congreso que tenemos no son posibles. A ello, se suma que en 11 carteras los ministros han cambiado y varios de los nuevos nunca han hecho función pública.
La falta de continuidad es un mal endémico que dificulta la eficiencia. Por ello, la ratificación de la ministra de Economía María Antonieta Alva es una muy buena noticia. Si bien los resultados aún no la acompañan, sobre todo por factores ajenos a su gestión, tiene el temperamento y el carisma para recuperar el paso.
Distinto ha sido el destino del ahora exministro de Salud que, además de sus encontronazos con los médicos, quedará asociado a los malos resultados en la lucha contra el coronavirus. Pilar Mazzetti tiene, en cambio, mucha más experiencia política, empatía y realismo. Ahora bien, creo que ella tiene la obligación de sincerar las cifras. La distancia con la realidad empieza a ser sideral. La transparencia no va a hacer crecer la epidemia; en cambio, puede ayudar a recuperar la confianza.
En Interior, se ha cambiado a un ministro con menos de tres meses en el cargo. Ello, pese a que, en el mar de fondo en torno a su nombramiento, el país perdió muy buenos oficiales (¡que no sobran!). Quizás el presidente quería a Gastón Rodríguez solo al mando de la policía y terminó siendo otro ministro accidental. Escribí en esta columna, cuando lo nombraron, que “el general Rodríguez Limo sacrificó una carrera policial promisoria, de toda una vida, por un fajín temporal”. “Demasiado temporal”, agregaría ahora.
Lo reemplaza el teniente general (r) FAP Jorge Montoya; una persona de toda confianza de Cateriano. En su hoja de vida se da cuenta de su destacada carrera en la aviación, pero, quizás por razones de espacio, no se menciona su doctorado en la Universidad Alas Peruanas, que incluye el tema de seguridad.
Ojo: le va a tomar no menos de tres meses conocer a los mandos policiales y armar equipos. Ello, en el contexto de una, no por previsible menos violenta, reaparición de la delincuencia en las calles.
Siendo aviador, se especula que le prestará atención a la cuestionada compra del Antonov ucraniano. Dado que, para objetivos idénticos, la FAP compró aviones muy diferentes y ya probados en el mercado. No un prototipo que aún nadie ha usado, arriesgando US$64 millones que no le sobran a la PNP.
Las expectativas que, por buenas razones, ha despertado el nuevo Gabinete no pueden hacernos olvidar lo que no ha cambiado. La poderosa secretaria general de Palacio se queda; o, en otras versiones, se le crea un cargo diplomático en el exterior. En ambos supuestos, seguirá perdiendo credibilidad el discurso presidencial en contra del clientelismo y el nepotismo; dos de las formas más frecuentes de abuso de poder en el Perú.