Héctor Villalobos

La canción narra la trágica muerte de un gato tras caer de un tejado. La desentonada interpretación de la presidenta ante un grupo de niños demostró, una vez más, que el carisma le es esquivo. El episodio del felino ronroneante ha generado burlas y reacciones similares a las que en su momento tuvo la ininteligible historia del niño y el pollo.

La penosa presentación ha sido también inevitablemente asociada con la situación legal de un antiguo aliado de la mandataria. Las rimas en redes sociales dan fe de ello. A una le gusta cantar en público. Al otro, dar conferencias desde la clandestinidad. Hablamos de , quien lleva 10 meses sacándole la lengua a la justicia peruana. La semana pasada, desde alguno de sus escondites, se presentó en una transmisión en vivo ante su devota militancia y recibió los aplausos cómplices de su bancada. El Gobierno asegura que lo están buscando, pero el ministro del Interior pierde los papeles cada vez que se le pregunta sobre su paradero.

La poca voluntad mostrada para capturarlo alimenta las válidas sospechas y crecen las hipótesis de encubrimiento. Hace poco, el Congreso aprobó un proyecto de Waldemar Cerrón que modifica la definición de organización criminal y beneficia a muchos investigados por este delito. El Ejecutivo, que tuvo en sus manos la posibilidad de frenar este despropósito –que terminará por favorecer a delincuentes de todo tipo–, no movió un dedo para observarlo. Silbó y miró hacia un costado. El Congreso lo aprobó por insistencia. Días después, los hermanos Vladimir y Waldemar Cerrón pidieron acogerse a la ley que ellos mismos impulsaron para librarse de la investigación por organización criminal en el Caso Los Dinámicos del Centro. ¿Adivinen quién más es investigada por ese mismo delito en otro caso derivado por el financiamiento ilegal a la campaña de Perú Libre? Aquí van unas pistas: le gusta el kam lu wantán, juega vóley y canta feo.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Héctor Villalobos es editor de Política

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