Era previsible que el presidente Martín Vizcarra realizara un cambio de ministros antes del 28 de julio. Lo que ha sorprendido es el brusco viraje de un gabinete teñido de izquierda a uno pintado de derecha.
Vizcarra necesitaba urgentemente un recambio ministerial por varias razones. La primera, como es obvio, para responsabilizar, indirecta pero claramente, a los ministros salientes del estrepitoso fracaso de la estrategia que puso en práctica para enfrentar la pandemia. El Perú es el país con la caída más fuerte del PBI en el mundo –ahora se calcula entre 15% y 20%–, y uno de los primeros en número de infectados y fallecidos por millón de habitantes. Es decir, la larguísima cuarentena que impuso el Gobierno arruinó la economía y no pudo contener la propagación del virus, ni evitar el colapso del sistema de salud, como sostuve que ocurriría, en esta columna, desde el principio de la crisis.
PARA SUSCRIPTORES: Pedro Cateriano ante el Congreso: ¿Cómo fue la gestión del primer ministro en el periodo 2015-2016?
Un nuevo Gabinete siempre crea expectativas y aplaca por un tiempo las demandas de la población, que espera mejoras con los nuevos ministros.
En segundo lugar, esta vez Vizcarra ha designado a un ministro que difiere sustancialmente de todos los anteriores, que eran básicamente figuras grises, sin trayectoria conocida y sin peso propio en la sociedad. Eran personas siempre dispuestas a decirle ‘chicheñó’ al jefe. Esta vez, el presidente del Consejo de Ministros (PCM) Pedro Cateriano no encaja en ese perfil. Probablemente Vizcarra ha considerado que necesita una suerte de pararrayos para atravesar la tormenta que se avecina, consecuencia de su desastrosa gestión.
Con un PCM anodino como Vicente Zeballos, el descontento y la ira de los millones de desempleados y de los que han caído en la pobreza se concentrarían en Vizcarra. Ahora Cateriano, al que le fascina el protagonismo, se convertirá en su pararrayos. Pero eso también producirá inevitablemente fricciones entre el presidente y el ministro, y no es seguro que ambos sepan manejarlas.
En tercer lugar, Vizcarra necesitaba también desviar la atención de un asunto que estaba creciendo rápidamente: el descubrimiento de la contratación de parientes, amigos y allegados, de él y de su entorno más inmediato. Ese parece un asunto menor y algunos lo subestiman, pero políticamente es muy importante. Si hay algo que irrita muchísimo a la gente –sobre todo a los realmente sudan para conseguir un trabajo– es el nepotismo y el favoritismo con el que las autoridades distribuyen los empleos del Estado.
Con el nuevo Gabinete se desquicia –no se disuelve– la coalición vizcarrista. Los ministros que eran visiblemente izquierdistas y estatistas, como Zeballos y Víctor Zamora, han sido expectorados sin contemplaciones. Las ministras de Trabajo y Producción, que junto con los dos anteriores se esmeraron en paralizar la economía con absurdas trabas burocráticas, han salido de sus cargos, aunque Rocío Barrios permanece en el Gabinete con otro puesto. Su hermana, la vocal suprema Elvia Barrios, es muy importante en el juego de Vizcarra.
Los empresarios están contentos con el cambio y las izquierdas, apesadumbradas. También la salida de la ministra del Ambiente y el perfil del nuevo ministro de Trabajo contribuyen a suscitar esas sensaciones. No obstante, Cateriano cuenta con un consistente apoyo tanto de izquierdistas como de liberales que se benefician de las prebendas del Estado en muy variadas formas y que, con él en el poder, mantendrán y acrecentarán sus sinecuras.
Pilar Mazzetti, la ministra de Salud, es probablemente lo mejor del nuevo Gabinete. Tiene una trayectoria profesional relevante, tuvo un destacado desempeño en el mismo cargo en el Gobierno de Alejandro Toledo y ha cumplido un papel descollante dirigiendo el Comando de Operaciones COVID-19. A pesar de las enormes dificultades que enfrentará, era la mejor opción para ese puesto.
Finalmente, es preocupante que el que fuera estigmatizado como el ministro de la luz verde, por su subordinación a Nadine Heredia, ocupe nuevamente un cargo tan importante y con mucho poder cuando Ollanta Humala y Heredia están procesados con graves acusaciones de corrupción. Naturalmente, el problema no es que haya sido ministro en su Gobierno, sino que, cuando se supo de las evidentes trasgresiones que habían cometido, Cateriano –y el actual presidente de la Junta Nacional de Justicia, Aldo Vásquez, también ministro con Humala– respaldaron y defendieron públicamente a la pareja. Y hasta ahora, nunca han cambiado de postura.