La llegada de la misión de la OEA el domingo próximo para analizar nuestra crisis política diaria ha generado una expectativa inusitada en varias organizaciones de la sociedad civil y ha empezado a volver más mediáticas a algunas, como la llamada Coalición Ciudadana. Al respecto, es interesante lo que uno de los voceros de esta plataforma ha empezado a invocar como una prioridad para el Perú: es necesario militar en partidos políticos, pero no en partidos caudillistas.
En efecto, reiteradamente Álvaro Henzler destaca, en sus cada vez más frecuentes entrevistas, que la propuesta que enarbola Coalición Ciudadana no se agota en la puesta en acción de un número “x” de reformas constitucionales, sino que es necesario que “vengan políticos más éticos [...] y que hay que animar a muchísima gente decente a que empiece a militar en partidos no caudillistas, sino colectivos de personas que se unan para hacer una política decente”.
La invocación de Henzler suena bien, pero ¿qué significa militar en un partido político no caudillista? Me pregunto yo. ¿Existe un partido político así?
Lo más cercano a esas organizaciones son los llamados partidos en red o colectivos políticos sostenidos en nociones relacionadas con el discurso tecnológico. Antes he indicado aquí que la urgencia de innovar a los partidos políticos locales a través de la tecnología es factible. Y que eso puede derivar en nuevas organizaciones que usen la tecnología no solo como una suma de herramientas para divulgar ideas, al mejor estilo del marketing digital. En estas novísimas organizaciones políticas, la tecnología tendría que ser “la” forma que modifica todo y tendría que transformar el trabajo, el modo de decidir, el modo de dialogar, etc.
Por ejemplo, un partido sin caudillos tendría que contar con alguna herramienta que le permita facilitar la deliberación interactiva a un número relevante de personas –por no decir ilimitado– sobre asuntos programáticos o cuestiones organizativas que favorezcan la meritocracia o que eviten el amiguismo tan propio de las organizaciones como las que critica Henzler.
Además, un partido sin caudillos tendría que contar con un número de ciudadanos bastante autónomos e interesados en los temas públicos como para intervenir de manera constante en el quehacer nacional. Eso implica, por ejemplo, facilitar dispositivos que ayuden a la veeduría ciudadana 24/7.
Y probablemente lo más disruptivo de un partido sin caudillos sea que la llegada al poder suponga una victoria colectiva que se parezca más a una obra cocreada que a la victoria de un héroe griego. La única manera de facilitar esa cocreación es compartiendo algunos valores propios del discurso tecnológico además de habilidades: búsqueda de la transparencia, el impulso de la participación, el premio a la horizontalidad en las relaciones y el desincentivo de los privilegios.
Entonces, si lo que el Perú necesita de acuerdo con lo expresado por el vocero de Coalición Ciudadana –más de 200 variopintas organizaciones civiles– son partidos políticos sin caudillos, lo que en buena cuenta ha llegado al país es el tiempo de los partidos en red, los partidos con discurso tecnológico.
¿Estaremos presenciando el tiempo de los partidos de los iguales, de los pares, de los ‘peer to peer’? Podría ser que sí. En todo caso, basta con que las organizaciones políticas que hoy tenemos y las que aspiren a aparecer empiecen a entender que no contar con caudillos implica superar las brechas de la desconfianza. Y eso en buena cuenta supone tratarnos todos como iguales dentro de una organización digital.
Puede que los partidos red nunca lleguen al gobierno del Perú propiamente. Pero es muy posible que, a mediano plazo, sus características cambien las reglas del juego político para siempre.