La sociedad abierta está en peligro como no lo ha estado desde la caída del comunismo. Incluso ahora la amenaza podría ser mayor ya que no aparece como un ataque brutal y de frente –como fue el caso de los totalitarismos del siglo XX–. En vez, las doctrinas perjudiciales a la libertad “se envuelven en las vestiduras de la democracia”, como ha logrado hacer la izquierda identitaria y “actúan como termitas que corroen los cimientos del maltrecho orden liberal democrático”.
Esa tesis describe lo que ocurre en Occidente, según Lorenzo Bernaldo de Quirós en su nuevo libro “En defensa del pluralismo liberal: Contra las religiones posmodernas”. El autor describe cómo las dos expresiones institucionales de la sociedad abierta, la democracia liberal y el capitalismo, están bajo ataque por una izquierda que está desfigurando los fundamentos del sistema que ha producido los más altos niveles de progreso, libertad y tolerancia en la historia de la humanidad. Este ataque a su vez ha provocado el auge de la derecha populista y autoritaria.
Las dos tendencias buscan imponer su visión de la vida buena a la sociedad a través de la coerción estatal, ven a los individuos en términos colectivos clasificándolos según el grupo a que pertenecen y tienen sus propias doctrinas de corrección política. El antiindividualismo de la izquierda, por ejemplo, que cada vez más concede “derechos” y privilegios a colectivos o grupos de personas según su raza, género u otras atribuciones, rompe el principio de la igualdad ante la ley. Representa un “pluralismo falso” que produce una nueva sociedad tribal, así como lo produce la reacción de la derecha populista con su culto a la nación, su postura antiinmigrante y su desconfianza en el mercado.
Al desconfiar de las decisiones y preferencias de los individuos y al victimizar a grupos de personas enteros, se disuelve “el individuo en el colectivo y la experiencia en una apelación al sentimiento porque nos da la sensación de confort moral”. Pero ese sentimentalismo inhibe el racionalismo crítico y debate cívico porque convierte al adversario en enemigo.
Para peor, “la izquierda actual se comporta como una alianza de sectas posmodernas” dice Bernaldo de Quirós. Cuando cayó el comunismo, que vino a ser la religión secular de la extrema izquierda, esa iglesia se disolvió en sectas como el ambientalismo o feminismo radicales. Estas condenan al capitalismo por ser fundamentalmente injusto y a su vez no aceptan críticas racionales ni evidencia que cuestiona su fe. No importa que haya sido el mercado la institución que más ha liberado a las mujeres en la historia o que justamente en los países más liberales las mujeres tienen mayores oportunidades e igualdad de género ante la ley. No importa tampoco que los países que mejor cuidan su medio ambiente son las democracias de mercado.
Si existe un mandato moral, como en toda fe, no importa tampoco que la democracia liberal tenga herramientas para seguir mejorando nuestras sociedades imperfectas. Apelar al liberalismo es solamente una coartada para seguir manteniendo estructuras de opresión. Además, aniquilar al individuo viene de la mano de una oferta atractiva: se elimina la responsabilidad individual, elemento central de la sociedad abierta.
Es difícil combatir estos asaltos al pluralismo y a la tolerancia. Pero el autor, que escribió el libro antes del estallido de COVID-19 o las protestas en Estados Unidos, advierte que las malas ideas nunca mueren, sino que a veces “tienen una vida latente que va penetrando de manera imperceptible en las creencias de los individuos” y que de repente se extienden las ideas nihilistas cuando hay una sensación de desorden.
Es una tragedia, tal como observa el autor, que, por su falta de confianza, las élites occidentales no hayan podido defender la sociedad abierta.