Insistir en el error, perseverar en la torpeza, siempre da sus frutos. Gracias a César Acuña, muchos más lectores sabemos de la rigurosidad y la calidad del libro de Christopher Acosta. También del coraje y el criterio de Jerónimo Pimentel para respaldarlo. Acuña ha invertido tiempo y dinero en convertir a sus supuestos acusadores en héroes. Toda una hazaña.
El libro de Acosta me parece documentado y contundente. Está muy bien escrito, espolvoreado de anécdotas (como la del barrio de Madrid donde, según afirma, Acuña compraba relojes de varios miles de euros y compartía las calles con los jugadores del Real Madrid) y las citas de algunas frases (como aquella que separa “plagio” de “copia”). Sin embargo, lo esencial del libro son las acusaciones que recoge. En casos graves, como en el episodio de la acusación de violación de Rosa del Carmen Gutiérrez, Acosta resuelve el tema con una frase prudente: “El detalle de lo acontecido entre César y Rosa del Carmen lo conocen solo ellos”. Como se consigna también, ella misma retiró la acusación. No puede decirse, por lo tanto, que el libro lo acusa de violación, como se ha dicho.
A propósito de otros casos de denuncias retiradas, Acosta define su propósito general: “Este libro viene exponiendo cómo este tipo de transacciones extrajudiciales son un patrón en la historia de César Acuña, cada vez que termina traspasando la ley”. Esta frase se relaciona con la que aparece en las primeras páginas del libro: “Si César Acuña no fuera rico, estaría muy probablemente preso”. Esta es una conclusión que Acosta desprende de la serie de casos analizados, respaldado con fuentes documentadas. Ninguna es una fuente anónima. Si atendemos a las consecuencias del fallo, la práctica de la cita y el género de la entrevista deberían desaparecer.
Creo que el libro de Acosta ha tenido un respaldo no solo mediático, sino también social, por dos razones.
Una es que los peruanos nos hemos acostumbrado a leer periódicos, ver noticieros, atender a canales digitales (como Sudaca, uno de los más activos) y leer libros donde podamos recibir información, atender debates, confiando en la independencia y la responsabilidad. Ninguna democracia funciona sin la conciencia colectiva que se desprende de la prensa libre y responsable. Saber la verdad, o buscarla, es un derecho y también una necesidad. La transparencia es la única manera de construir una relación de confianza entre la población y el poder. El hecho de que el presidente no ofrezca entrevistas y no dé la lista de los visitantes de su casa en Breña despierta rechazo por el mismo motivo. El atropello de madrugada a la casa de Pedro Salinas (cinco vehículos policiales a las cuatro y media de la mañana en una intervención de cinco horas que aisló a su novia y a su hija) es otro episodio escandaloso en esta línea. ¿Alguien puede justificar un abuso como ese?
La otra razón del respaldo social a Acosta y Pimentel es que el fallo es percibido socialmente como un ejemplo de abuso. La sensación de muchos es que se trata de una victoria lograda gracias a aquello de lo que el libro justamente lo acusa: el poder económico de una autoridad.
Como bien ha señalado Diego García Sayán, esta sentencia “no pasaría el mínimo examen en la Corte Interamericana” y el Estado Peruano “sería indefectiblemente condenado”. No hay ningún otro país de la región, salvo Nicaragua o Cuba, donde la prensa ha estado tan perseguida. Hay muchos otros casos de periodistas acusados en Lima y en provincias. Todos seguirán defendiendo el valor de las palabras.
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