"Mientras los números la acompañen, la candidata de Fuerza Popular no tiene incentivos para salir de su zona de confort". (Foto: César Campos/El Comercio)
"Mientras los números la acompañen, la candidata de Fuerza Popular no tiene incentivos para salir de su zona de confort". (Foto: César Campos/El Comercio)
María Alejandra Campos

parece observar estático desde la cumbre mientras su rival se le acerca a zancadas. La última encuesta de Datum –y diversas encuestas privadas– muestran una clara tendencia al alza de la candidata de ,, mientras que Castillo mantiene el mismo porcentaje por tercera medición consecutiva.

Desde que empezó la campaña de segunda vuelta, al candidato de no se le ha visto cómodo reajustando su estrategia, mientras que en la tienda naranja han sabido adaptarse rápidamente a las exigencias de la nueva coyuntura.

Hace quince años, Ollanta Humala pasó por un trance similar, cuando mantuvo el polo rojo durante la campaña de segunda vuelta contra Alan García. En ese año, el entonces candidato de UPP encontró un techo similar al que roza Castillo hoy: 43% de los votos. Este fue el porcentaje que obtuvo Humala el día de las elecciones y es el porcentaje con el que perdió contra el 48% de Alan García.

Keiko Fujimori, en cambio, entendió que el discurso de ‘mano dura’ de la primera vuelta no era suficiente para ganarle a un candidato como Castillo. Así, Fuerza Popular ha desplegado, hasta ahora, una estrategia de dos fases. La primera, el popular ‘terruqueo’, que en este caso fue suavizado a ‘comunisteo’, pero que representa básicamente la misma idea: mostrar al rival como un salto al vacío. Sirvió para conquistar a los votantes de derecha dura.

La segunda fase, en exhibición actualmente, es la del populismo de derecha, que también podría ser bautizado como ‘naranja radical’. Consiste básicamente en ofrecer plata como cancha, sea en bonos, canon o compensaciones. Este componente es una parte fundamental del fujimorismo tradicional de los 90. Hasta ahora, parece haber funcionado bien para conquistar votos en los niveles D/E y en el norte, aunque sigue perdiendo en ambos segmentos frente a Castillo.

Queda un mes para la segunda vuelta y hay aún 23% de peruanos que declara que votará en blanco o viciado. Sin embargo, un informe de Martín Hidalgo muestra claramente cómo en las últimas tres elecciones este porcentaje ha fluctuado entre el 8% y el 6%. Si se mantiene esta tendencia, podría haber hasta 17 puntos en disputa. Hasta ahora, Fujimori ha crecido en promedio 3 puntos semanales. Castillo, ninguno. Las probabilidades parecen sonreírle a Keiko, por ahora.

¿Es posible que la candidata naranja mantenga ese ritmo de crecimiento sin hacer concesiones? No lo sé. Lo cierto es que no es bueno para el país que así sea. Hasta el momento, lo único que ha hecho el fujimorismo para aumentar su intención de voto es volverse más fujimorista. Más plata regalada, más oferta de cemento y el mismo círculo de confianza noventero. Podrá ser una buena estrategia de campaña, pero no es una buena propuesta de gobierno. Así como se le exige a Castillo que se modere, se le debería exigir a Fujimori que dé señales claras de que su gobierno será más que un calco del de su padre.

Una buena forma de empezar sería, por ejemplo, reconocer que el gobierno de Sagasti ha logrado asegurar suficientes dosis de la vacuna contra el COVID-19 y negociar con Ugarte para que se quede a continuar lo avanzado con la campaña de vacunación que ha costado sudor y lágrimas poner en funcionamiento.

Pero la moderación de Keiko no depende, por ahora, de ella. Mientras los números la acompañen, la candidata de Fuerza Popular no tiene incentivos para salir de su zona de confort. La presión tiene que venir o del antifujimorismo, que debería exigir compromisos concretos y no solo despotricar contra Fujimori; o de Castillo, que tendría que encontrar una estrategia efectiva para ganar nuevos votos.