Las elecciones y el pasado, por Gisèle Velarde
Las elecciones y el pasado, por Gisèle Velarde
Gisèle Velarde

El rol del pasado en la formación del futuro es incuestionable. Los errores nos sirven para aprender. Conocer nuestra herencia genética nos permite una vida más saludable. Enterarnos de los secretos familiares posibilita la comprensión de lo que nuestros padres nos transmiten emotiva y tácitamente. La terapia nos permite descubrir por qué nos comportamos de determinada manera, vernos desde fuera, para reconocer y entender nuestro pasado y vivir mejor. 

Así, tener conciencia del pasado es necesario para evolucionar y gozar de mayores formas de libertad. Contrariamente, quedarnos en el pasado denota que algo internamente no está bien en nosotros o que no hemos podido procesar una experiencia traumática o dolorosa. Asimismo, desconocer el pasado nos hace autómatas, instrumentos de otros o de las circunstancias. Lo mismo ocurre con los países y las sociedades. El informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación intenta ser un modo de reconciliarnos con nuestro pasado de guerra interna, mientras que la ausencia de hechos históricos fundamentales en nuestros textos escolares es una forma de borrar un pasado que los jóvenes necesitan conocer para no repetir. 

Si unimos la ética y la filosofía política al proceso de los pueblos y sus distintas experiencias sociohistóricas, podemos hoy reconocer cinco “principios de realidad”: (1) La democracia es la mejor forma de gobierno. (2) El crecimiento económico y la salida de la pobreza social requieren una economía de libre mercado (el estado de bienestar surgió como un excedente de la riqueza). (3) Los seres humanos no nacen iguales ni son iguales, pero debe haber igualdad ante la ley. (4) La vida no es justa en sí misma, pero es un deber moral y político de las sociedades buscar la justicia social (extensión de libertades y reducción de desigualdades conjuntamente). (5) No hay convivencia social buena sin un código de normas mínimo compartido por todos los ciudadanos. Estos principios de realidad, producto del aprendizaje de los pueblos, podrían ayudarnos para emitir un voto meditado e informado. 

El crecimiento económico de los últimos años es indiscutible. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el índice de pobreza en el 2015 fue de un 20%. Los últimos diez años nos han dado la esperanza de que este índice no vuelva más al 50%. El mayor reto que tenemos ahora, como país, es la reducción total de la pobreza; esto a su vez permitiría consolidar los principios 3, 4 y 5. Programas sociales –como Juntos, Pensión 65, Beca 18, Cuna Más y Haku Wiñay– son altamente beneficiosos para la población, pero solo son un complemento en la erradicación de la pobreza. 

En este sentido, es importante leer los programas de gobierno de los candidatos antes de votar. La solidez y consistencia del plan de Pedro Pablo Kuczynski destaca sobre el resto. Concretamente, en economía, es quien mejor ofrece la conexión entre micro y macroeconomía, así como medidas realistas, informadas y concretas para dinamizar la economía. En contraste, el plan de Verónika Mendoza es básicamente localista. Su propuesta económica es inconsistente y refleja desconocimiento del manejo macroeconómico. Su intención puede ser buena, pero Mendoza representa el riesgo de regresar al pasado y permanecer en él en varios sentidos.