(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)

Era complicado empezar esta columna sin conocer antes el fallo del TAS. Saber en qué condición llegaríamos al partido ante Bolivia –si existirían o no aún esperanzas de clasificar a Rusia 2018– era primordial. Pero la decisión favorable del tribunal suizo nos ha puesto en ‘modo Eliminatorias’.

Estar en ‘modo Eliminatorias’ implica angustia, nerviosismo, ansiedad; la dificultad de vivir y cumplir con las labores del día pensando únicamente en lo que harán once futbolistas durante hora y media este jueves en un campo de juego. Noventa minutos que marcarán el sentir de uno por las próximas semanas.

Estar en ‘modo Eliminatorias’ es aferrarse a una ilusión (por no decir a una calculadora), engrandecer el optimismo, considerar posible lo que otros dirían que es imposible. Luchar día a día contra las voces negativas del “para qué vas al estadio”, “por gusto te emocionas” o el siempre afamado “igual vamos a perder”. El gusto de aquellos que se tildan de realistas para sentirse superiores al resto.

Luchar por una clasificación mundialista es buscar una causa común, un motivo más para unir a una sociedad en torno a un mismo objetivo. Es una excusa para reunirse con compañeros, celebrar, gritar, llorar juntos. Es entender la importancia del deporte (o en este caso específico, el fútbol). Es remitirnos al nefasto mes de marzo, en el que nuestro país se vio envuelto en una severa crisis por el fenómeno de El Niño costero, y recordar cómo el triunfo ante Uruguay permitió tener, a través de pantallas gigantes en lugares específicos, unos momentos de alegría a aquellos que más sufrían. Significó encontrar una pequeña sonrisa en el más profundo sufrimiento.

Estar en ‘modo Eliminatorias’ nos permite darnos licencias, soñar con ganarle a Bolivia y conseguir la hazaña en Quito, de donde nunca antes hemos regresado con los tres puntos. Es creer en lo inédito, en que la historia se escribe día a día y en que el pasado juega solo cuando uno lo considere.

Alguna vez escuché a un profesor en la universidad afirmar que el periodista deportivo es más pasional que el de otras ramas, en algunos casos llegando a dejar la razón de lado, ya que su fijación hacia lo que se ama nace siempre desde un hinchaje que tuvo cuando era niño, aquella edad en la que se actuaba siguiendo las emociones y no se pensaba tanto en lo que se hacía.

Estar en ‘modo Eliminatorias’ nos permite volver a eso. Constantemente me preguntan cómo hago para mantener la imparcialidad al comentar sobre tal o cual partido, y siempre respondo que ante una cámara olvido el hinchaje y disfruto el deporte.
Pero con la selección existen licencias, el país entero rema al mismo sentido. Antes de periodista deportivo fui y sigo siendo miembro de La Blanquirroja, la primera hinchada oficial de la selección peruana. Viajé a La Paz, Asunción, Barranquilla y Puerto La Cruz durante las eliminatorias pasadas para apoyar al equipo. Estar en ‘modo Eliminatorias’ me permitió conocer el continente, actuar desde la emoción, reflotar al niño que llevo dentro.

Recientemente, el ministro del Interior, Carlos Basombrío, ha permitido que para el duelo de este jueves ante Bolivia ingresen las banderolas y los instrumentos de las barras autorizadas. El Monumental será entonces una fiesta. Me remito a las palabras de Pablo Serey, periodista chileno enviado a Lima para cubrir el Perú vs. Chile de octubre del 2015 (la última vez que ingresaron los instrumentos a un partido de selección): “Hubo permanentes cánticos, los que dejaron en claro que la localía en Lima pesa y bastante”. “El Nacional fue una caldera”, afirmó el colega sureño en el diario “El Gráfico” de su país. Hagamos que esto siga así.

Hoy hemos entrado al ‘modo Eliminatorias’, el TAS nos ratificó los puntos y los instrumentos y banderolas dirán presente en el próximo partido. Dejemos salir al niño interno que pide emociones a gritos.