Embajadas y embajadores, por Juan Paredes Castro
Embajadas y embajadores, por Juan Paredes Castro
Redacción EC

Las recientes , con inusual simultaneidad en paquete, dejan al descubierto más razones para preocuparse que para creer que no pasa nada en el manejo de nuestra política exterior.

Como conductor de la política exterior, el presidente Ollanta Humala tiene todas las prerrogativas para nombrar y cambiar embajadores de carrera. Con un margen de mayor libertad dispone también de una cuota variable para acreditar representantes de su confianza en importantes capitales del mundo. Lo ideal sería que estos embajadores (los políticos) llenaran los combinados requisitos de confianza presidencial y de objetivos externos de gobierno, antes de responder a las meras necesidades de “premios consuelo” para ex ministros y ex altos funcionarios de Estado.

Recuérdese, por las experiencias y excepciones conocidas, que estos no siempre resultan idóneos para asumir tareas diplomáticas allí donde, a causa de ello, el país podría perder ventajas competitivas.

Después de los méritos y réditos diplomáticos demostrados por el Perú en la Corte Internacional de La Haya, el presidente Humala y su canciller Eda Rivas tienen ante sí una valla muy alta en credibilidad mundial, a la cual deben y tienen que corresponder con una política exterior fina y eficiente.

Nuestra diplomacia tendría, así, que ser cada vez mejor de lo que ha sido hasta hoy, pero de ninguna manera peor. Sean cuales fueren las razones de los descuidos presentes, las potencialidades de Torre Tagle no justifican de ninguna manera los vacíos y parálisis que enfrenta hoy.

Mientras el nuevo embajador de Chile, Roberto Ibarra, acaba de presentar credenciales en Lima, a poco de haber dejado el país su predecesor, Favio Vio, el Gobierno Peruano anuncia la salida de nuestro embajador en Santiago, Carlos Pareja, sin que tengamos la menor idea de quién lo reemplazará. Un sencillo ejemplo de cómo Chile cuida mucho que su relación diplomática con el Perú tenga la mayor predictibilidad posible, mientras nuestra cancillería mezcla la resolución de Carlos Pareja con las de otros 13, sin horizonte de información respecto de 18 misiones diplomáticas relativamente acéfalas.

No se entiende por qué embajadas como Chile, Bolivia, Italia, España, Rusia, Polonia, Egipto, India, Austria y Países Bajos no están ya cubiertas con nombramientos previstos o plenos. ¿Dónde está el respeto por quiénes enfrentan estoicamente la provisionalidad del cargo, ignorando, a la vez, sus nuevos destinos?

A mayor injerencia política sobre ella, nuestra política exterior va camino a perder profesionalismo y visión del mundo multilateral dinámico de este tiempo.

Esto quiere decir que con todas las facultades que le asisten al presidente Humala para planearla y dirigirla, nada debiera impedir que la cancillería cuide, en sí y por sí misma, su estructura, su eficiencia, sus cuadros diplomáticos y técnicos, y, sobre todo, su prestigio ganado.